por Felipe Portales
Demostrando la naturalidad de sus sentimientos y convicciones antisemitas, Pío XII “aparentó sorpresa” cuando el embajador de Estados Unidos en el Vaticano, Harold Tittman, le expresó personalmente su decepción porque en su Mensaje radiofónico de Navidad de 1942, no se refirió expresamente a la matanza de judíos que estaban llevando a cabo los nazis en toda Europa (Ver John Cornwell.- El Papa de Hitler. La verdadera historia de Pío XII; Planeta, Barcelona, 2005; p. 326). A su vez, “el embajador francés preguntó al Papa por qué no había mencionado la palabra nazi en su condena, y el Papa le respondió que entonces habría tenido que mencionar también a los comunistas. Podría haber sido más adecuado preguntar por qué no había mencionado la palabra judíos. Osborne dijo a Londres que los diplomáticos del Vaticano estaban decepcionados, pero que Pacelli estaba convencido de haber sido ‘claro y totalizador’. A Osborne le dijo personalmente que en ese sermón había condenado la persecución contra los judíos, con lo que entendió que Pacelli no iba nunca a pasar de esas palabras” (Ibid.). Además, el diplomático británico escribió en su diario: Mientras más lo pienso, más me repele la masacre de Hitler contra los judíos, por un lado; y por el otro, la aparentemente exclusiva preocupación vaticana por los efectos de la guerra en Italia y las posibilidades de bombardeos de Roma” (Gerald Posner.- God’s Bankers. A history of money and power at the Vatican; Simon & Schuster, New York, 2015; p. 99).
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