Rosa Luxemburgo, una economista muy política

por Michael Krätke

Rosa Luxemburgo es hoy un icono del socialismo. Durante su vida fue vivamente criticada: fue celebrada y admirada, pero también atacada y calumniada. Las opiniones discurrían y siguen discurriendo divididas en torno a ella. Su muerte prematura, asesinada en enero de 1919, con solo 47 años, contribuyó a labrar la leyenda que la rodea. Inicialmente canonizada como mártir del socialismo, se convirtió en persona non grata para el comunismo en cuanto se hicieron públicas sus críticas a la política de Lenin y los bolcheviques, escritas en notas fragmentarias y publicadas póstumamente1. Durante mucho tiempo no se le perdonó que no fuera leninista, que criticara la política de los bolcheviques tan duramente como lo hizo el viejo profesor Karl Kautsky. Durante todo un periodo, el término “luxemburguismo” sirvió de insulto en el seno de los partidos comunistas, permitiendo definir y excomulgar a todos aquellos que se aferraban a la concepción original del socialismo como forma de autogobierno democrático de la clase obrera.

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Los especuladores agrícolas conquistan los campos

por Michael Krätke

La desigualdad en la distribución de la propiedad de la tierra suele pasar desapercibida. Sin embargo, todas las crisis tienen que ver con ella. Desde Thomas Piketty sabemos más sobre la desigualdad de los ingresos y la riqueza en el capitalismo contemporáneo. La desigualdad crece, no se reduce, porque la riqueza se distribuye de forma mucho más desigual en cualquier parte y crece más rápido que los ingresos. Sin embargo, la base de datos sobre la riqueza y la renta mundiales en la que trabajan Piketty y muchos otros, solo registra aspectos parciales de la desigualdad real en nuestro mundo. La desigualdad económica siempre implica desequilibrios de poder. El capital, según el hoy tan vigente razonamiento del viejo Marx, no es una cosa sino una relación de dominación. Lo mismo vale con la propiedad de la tierra.

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El «testamento» político de Friedrich Engels

por Michael R. Krätke

Cualquiera que haya sido puesto a prueba por su lealtad a la constitución en los años 70 y siguientes en la antigua República Federal y haya sido sospechoso de ser un «enemigo de la constitución» probablemente se acordará del «último Engels». Desear un orden económico y social diferente está permitido en la constitución; el derrocamiento violento del orden político no. Como joven de izquierda uno podía remitirse al «último Engels» para pasar como amigo de la constitución, aunque con opiniones radicales.

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Marx y la crisis de la democracia

Leonora Carrington

por Michael Krätke //

Democracia y capitalismo eran y son una pareja difícil, su relación no es, de ningún modo, tan evidente e indisoluble como se supone vulgarmente. El “capitalismo democrático” establecido después de 1945 en Europa occidental y Norteamérica también ha entrado en crisis en sus países centrales, donde, en un plazo previsible, se podría establecer un capitalismo sin democracia política

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