por Cristóbal García
Puede considerarse una suerte de «tradición», estimulada actualmente por los medios de comunicación de masas, la de mostrar el respeto por los difuntos exaltando sus bondades e intentando olvidar todos sus defectos. Sin embargo, la benevolencia con los fallecidos, que ha llevado a algunos a afirmar que «no hay muerto malo», suele convertirse en una hipérbole, hasta llegar a la más burda falsificación, cuando el desaparecido es considerado una «gran personalidad».Particularmente, si ejerció también como representante de alguna de las instituciones del poder en nuestra sociedad.