por Gustavo Burgos
A mediodía de ayer dejó de existir con 82 años Juan Azúa, en Santiago en la casa de su hija. Unas horas después falleció en otro lugar su hermana Ana Azúa. El hecho de por sí resulta sorprendente, pero tratándose de esta familia de socialistas resulta quizá hasta esperable. Un desenlace trágico empujado por la naturaleza de la propia vida, trazando en su camino siempre un significado, porque nada en los Azúa fue o es banal. Nos cuesta escribir estas líneas. Despedir a un amigo y a un compañero siempre resultará difícil. Sin embargo, en este caso despedimos además a un militante de la clase trabajadora de toda su vida, de aquellos que vivió en primera línea el proceso revolucionario que agitara la lucha de clases, que desembocara en la Unidad Popular y que se estrellara con el golpe contrarrevolucionario de l 11 de septiembre de 1973. Un hito que demarcó definitivamente el papel del reformismo y que agotara —con la sangre de una generación— la llamada Vía Chilena al Socialismo.