Doménico Losurdo: La izquierda ausente

¿No se podrían encontrar detalles estremecedores sobre episodios de crueldad?
Otto von Bismarck

Nadie miente tanto como el indignado.
Friedrich Nietzsche

El historiador futuro no dejará de asombrarse ante un fenómeno que caracteriza a nuestra sociedad y nuestro tiempo. Por un lado no es difícil leer en libros, revistas y periódicos análisis realistas y crudos de la condición actual de Occidente, de los problemas y dramas de nuestro presente. A la crisis económica se suma una crisis política: según prestigiosos autores, se está produciendo un vaciamiento de la democracia, que retrocede ante las grandes fortunas y la «plutocracia». Pero ¿hay en Occidente una izquierda capaz de hacer este análisis y esta denuncia, y a partir de ahí articular un proyecto de lucha y transformación política de lo existente? En lo que respecta a la política internacional, incluso a algunos órganos de prensa que no suelen destacar por su valentía se les escapa la admisión del carácter neocolonial que han teni­do las guerras más recientes desencadenadas por Estados Unidos y la OTAN en Oriente Próximo. A la vista de todos están el horror de Gaza y la tra­gedia que infligen al pueblo palestino el dominio y el expansionismo colonial de Israel. Y no tenemos más remedio que preguntarnos, de nuevo: ¿hay en Occidente una izquierda capaz de oponerse a esta espantosa deriva que ya hoy siembra muerte y destrucción, pero incuba los gérmenes de una conflagración en una escala mucho mayor?

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Doménico Losurdo: ¿vuelve la lucha de clases?

Mientras la crisis económica acentúa la polarización social y, actualizando la memoria histórica de la Gran Depresión que estalló en 1929, condena a muchos millones de personas al desempleo, a la precariedad, a la angustia diaria por la subsistencia e incluso al hambre, menudean los artículos y ensayos que hablan de una «vuelta de la lucha de clases». Entonces, ¿había cesado? A mediados del siglo XX, al criticar duramente el «dogma» de la teoría marxiana de la lucha de clases, Ralf Dahrendorf (1963, pp. 112 ss. y 120-121) resumía así las metas alcanzadas por el sistema capitalista: «La posición social del individuo [depende ya] de las metas educativas que ha conseguido alcanzar». Y eso no era todo; también había «un parecido cada vez mayor de las posiciones sociales de los individuos», y era innegable la tendencia a una «nivelación de las diferencias sociales». Pese a todo, el autor de este panorama color de rosa se veía en la obligación de polemizar con otros sociólogos, según los cuales nos encaminábamos espontáneamente hacia «una situación en la que ya no existirían ni clases ni conflictos de clase por la sencilla razón de que ya no habría motivos de enfrentamiento».

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Domenico Losurdo: Los crecientes peligros de guerra y la dispersa izquierda occidental

Cada nueva situación histórica exige a las fuerzas políticas un esfuerzo de reflexión profundo: es preciso hacer un análisis de la nueva situación creada y definir una estrategia. Aunque se trata de una regla general, vale sobre todo para los movimientos y las organizaciones que no se reconocen en el ordenamiento vigente y están comprometidos con un proceso de transformación y un proyecto de emancipación; es decir, vale sobre todo para la «izquierda». Sobre la radicalidad de la nueva situación histórica que se ha creado y todavía está en curso no cabe la menor duda.

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Doménico Losurdo: La condición de la mujer

El género de las luchas de clases emancipadoras incluye una tercera especie, además de las dos que hemos visto. Sí, hay otro grupo social, muy numeroso, tan numeroso que es la mitad o más de la población total, un grupo social que padece la «autocracia» y anhela la «liberación» (Befreiung): se trata de las mujeres, sobre quienes pesa la opresión ejercida por el varón entre las cuatro paredes domésticas (MEW, 21; 158). Estoy citando de un texto (El origen de la familia, la propiedad privada y el estado) que Engels publicó en 1884. Es verdad que Marx había muerto hacía un año, pero ya entre 1845 y 1846, en La ideología alemana, texto al que Engels se remite explícitamente, observa que en la familia patriarcal «la esposa y los hijos son los esclavos del hombre» (MEW, 3; 32). A su vez, el Manifiesto, que no se cansa de reprochar a la burguesía la reducción del proletario a máquina e instrumento de trabajo, señala que «para el burgués su propia mujer es un simple instrumento de producción»; pues bien, «se trata justamente de abolir la posición de las mujeres como meros instrumentos de producción» (MEW, 4; 478-479). La categoría utilizada para definir la condición del obrero en la fábrica capitalista también se utiliza para definir la condición de la mujer en el ámbito de la familia patriarcal.

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