por Marcel Claude
En sus escritos acerca de la desolación, Gabriela Mistral se condolía del árbol muerto, aquel que como ella bien decía: ya seco y en el medio del llano alargaba su blasfemia de árbol roto, mordido de llagas, en el que el viento pasaba aullando a través de su derrota, convirtiéndose en el sentir desesperado de la poetiza.