por Arturo Muñoz
Algunos politólogos aseguran que el general Carlos Ibáñez del Campo fue un perenne complotador, un golpista por antonomasia que logró finalmente ser elegido democráticamente como Presidente de la República el año 1952 con una alta votación, pese a que Chile aún recordaba la trágica experiencia vivida en 1931, cuando Ibáñez –al mando de una dictadura derechista de corto respiro- debió huir del país amenazado por graves huelgas y disturbios. Sin embargo, regresó con presteza a la nación y retomó su actividad de siempre: complotar.