por Alejandro Valenzuela
Dos movimientos populares de América Latina hacen templar el orden imperialista y ambos demandan nuestra solidaridad. Ambos enfrentan acciones represivas de alto impacto comandadas desde gobiernos electos democráticamente, como necesidad para aplicar planes de ataque a los trabajadores. Son los casos de Haití y Perú. El Imponente alzamiento revolucionario en Haití, repite patrones del alzamiento chileno de Octubre del 19. Las masas haitianas han salido a defender sus condiciones de vida enfrentando brutales ajustes perpetrados por el gobierno patronal de Henry, que ha llevado a las condiciones de vida de la mayoría trabajadora a insoportables niveles de extrema miseria. La referencia al caso chileno resulta obligada porque —al igual que en Chile— la ausencia de toda forma de dirección política general del movimiento, de la carencia de organizaciones populares de alto alcance, las masas salen con los que tienen en las manos a enfrentar directamente al régimen. Una situación similar se vive en Perú en que el recientemente electo Castillo —el pintoresco hombre del lápiz y sombrero— ha decretado hoy nuevamente Estado de Excepción Constitucional como última forma de recuperar el orden público, luego de masivas jornadas de protesta popular que se extienden desde fines del verano.
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