El «Afganistán» de Engels

por Nicolás González Varela

¿El “general” Engels como un auténtico polystor filosófico, erudito enciclopedista y négre literario de Marx? Antes de resolver este enigma debemos retroceder un poco. 1850, Londres, Soho. El exiliado revolucionario Marx tenía tres fuentes de ingresos básicas en esos duros años: su trabajo como periodista y ensayista, contribuciones de sus amigos (frecuente y mayoritariamente Engels) y una herencia familiar de su esposa, agotada en 1863. El mayor estipendio regular del grupo familiar marxiano desde agosto de 1851 era su corresponsalía europea del New York Daily Tribune, trabajo que le había sido ofrecido por el editor-jefe, Charles Dana, personalidad única del Progresismo whig norteamericano.

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Karl Marx, lector anómalo de Spinoza

por Nicolás González Varela

El subversivo judío gótico de Voorburg

Existió una época en Occidente en que uno podía ser condenado a muerte por ser spinozista. Y no se trataba de un malentendido ni una alegoría. Ya en 1717 Buddeus denomina a Bento de Spinoza como el atheorum nostra aetate princeps (“el gran jefe de los ateos de nuestros tiempos”).

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Un Engels desconocido

por Nicolás González

¿Cómo era Engels antes de asociarse con Marx? Aseguraba Borges, no sin razón, que el concepto de “texto definitivo” no corresponde sino a la superstición o al cansancio. Y esto es plenamente aplicable a los clásicos, muchos de los cuales nos han llegado o bien distorsionados o bien incompletos. Un caso paradigmático es el del propio Marx, hoy conocemos bien el tortuoso camino de publicación de sus escritos, una azarosa aventura política y literaria, a veces mortal, que todavía, para el lector en español, no ha concluido de manera feliz.

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David Riazanov, un marxista fusilado por Stalin

por Nicolás González Varela

Un gran biógrafo de Marx, Boris Nicolaïevski,(1) reconocía en 1937 que de cada mil socialistas, tal vez sólo uno haya leído una obra completa de Marx; y de cada mil antimarxistas, ni uno. Y lo peor, concluía, es que Marx ya no estaba de moda. Cuarenta años antes, un gran teórico y militante, Labriola, al participar en el publicitado debate sobre la valencia científica de la obra de Marx en 1897 (la llamada “primera crisis del Marxismo”, y cuyos principales interlocutores eran nada menos que intelectuales de la talla de George SorelEduard Bernstein y Benedetto Croce),(2) se preguntaba con inocencia: “los escritos de Marx y Engels… ¿fueron leídos enteramente por algún externo al grupo de amigos y adeptos próximos, esto es, de los seguidores e intérpretes directos de los autores mismos?… Añádese a eso la rareza de muchos de los escritos aludidos, y hasta la imposibilidad de dar con algunos de ellos.” Y concluía proféticamente si “este ambiente literario”, esta situación hermenéutica adversa, no era uno de los culpables de la mala asimilación, de la aparente decadencia y crisis del pensamiento de Marx. Con pesimismo recapitulaba en una sentencia profética: “Leer todos los escritos de los fundadores del socialismo científico ha resultado hasta ahora un privilegio de iniciados.(3)

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Un cadáver en el canal: el Asesinato de Rosa Luxemburgo

por Nicolás González Varela 

“Solo esto es la verdadera Esencia del Socialismo: hay que destruir un Mundo, pero cada lágrima que pudiera haber sido evitada es un crimen; y la persona que, corriendo a realizar ‘actos importantes’, inadvertidamente pisotea aunque sea a un pobre gusano, es culpable de un crimen”. (Rosa Luxemburg, 1918)

[Klaus Gietinger: Eine Leiche im Landwehrkanal. Die Ermordung Rosa Luxemburgo, Nautilus, Hamburg, 2018.[1]]

Los visitantes que llegan hoy al Berlin-Mitte pueden pasear por la AlexanderPlatz, echar un vistazo al imponente teatro Volksbhüne diseñado por Oskar Kaufmann, construido en 1914 y reconstruido después de 1945, al cine Babylon diseñado por Hans Poelzig y seguramente quedarán desconcertados al notar bajo sus pies una serie de palabras forjadas en metal incrustadas en forma de zigzag formando ángulos sobre el pavimento. Si nos acercamos, notamos que los que se nos revela es en realidad una instalación artística que forma parte de un monumento histórico, uno más de los tantos que Berlín exhibe. Estamos en la Rosa Luxemburg Platz. Esta es un poco particular: se compone de citas escritas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX por una tal Rozalia Luksenburg, mejor conocida como Rosa Luxemburgo. Una personalidad que ni siquiera es alemana, una pensadora militante revolucionaria, socialdemócrata (cuando estas palabras significaban algo), que no dudó en criticar a las vacas sagradas del Socialismo del 1900, de Bernstein a Kautsky pasando Jaurés y Lenin, que no dudó en preferir la cárcel y finalmente el Gólgota a rebajar su Ética socialista.

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