Queen y la política: lo que no se vio en la película del momento

por Marcelo Duclos

Aunque Freddie Mercury murió en 1991, hoy, en 2022, la banda vive probablemente el mayor éxito de su carrera. La película biográfica fue número uno en todo el mundo y en Inglaterra ese año 8 de los 10 primeros temas del ranking de rock de la BBC pertenecieron al cuarteto real. Bohemian Rhapsody encabezó la lista por tercera vez en la historia: la primera fue con la salida del polémico single en 1975 y la segunda con la película Wayne’s World en 1992, tras la muerte del cantante.

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Cine: “Bohemian Rhapsody, la historia de Freddie Mercury”

por Cristián Garay Vera //

Sería fácil decir que esta es un biotopic de la vida de Freddy Mercury (interpretado por el actor Rami Malek), nacido como Farrokh Bulsara, nombre de una ciudad india, en Zanzívar, hoy Tanzania. Hijo de un funcionario colonial británico, cuya familia emigró a Reino Unido cuando debieron salir de la recién emancipada Tanzania donde había sido destinado. Fue registrado como británico de etnia parsi (persa) y su familia adhirió al zoroastrismo, la religión ancestral persa: su cuerpo fue cremado según la tradición de ese culto, aunque el no fuera practicante. Sus últimos años los pasó en Suiza, y donde la soprano española Monserrat Caballé entre otras celebridades sufragó su estatua que, mirando al Lago Leman, está en Montreaux.

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Rapsodia Bohemia: disección de un éxito musical improbable

por José Miguel Delgado //

En 1975, Queen entró al estudio para grabar A night at the Opera, su cuarto álbum, uno de los más aclamados y el que les dio el estatus de superestrellas. Con una profusión de estilos musicales, el disco es una reconocida obra maestra. Freddy Mercury (voz y piano) y Brian May (guitarra) compusieron la mayoría de las canciones, aunque el disco incluye también sendas pistas de Roger Taylor (batería) y John Deacon (bajo). No hay más que escuchar los tres minutos de la parte central de “The prophet’s song” para entender que a la banda le gustaba tomar riesgos. El álbum tiene momentos magníficos: el collage sonoro con que abre “Death on two legs”, las guitarras al final de “Lazing on a Sunday afternoon”, la combinación de folk sicodélico de “39” o el puente instrumental de la vodevilesca “Seaside rendezvous”, que incluye un solo de kazoo, son algunos de ellos. Pero de entre una sucesión de buenas canciones, hay una que destaca.

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