¿Es realmente posible concentrarse sólo en la cancha cuando alrededor -del mundo Mundial- una maquinaria demencial es capaz de poner en suspenso la lucha contra la inflación, los derechos de las mujeres y las personas Lgbtiq+, les migrantes y también de quiénes quieren tomar alcohol? ¿Cómo se hace la digestión de la pedagogía que expanden los jugadores con sus esposas, hijes, traiciones a la monogamia, pedidos de casamiento al final de un partido y anuncios de bebés en camino en un festejo de gol? ¿Se puede manifestar la incomodidad sin dejar de disfrutar la ilusión popular de ganar? Las respuestas a estas y otras preguntas son las figus que escasean pero que en el entretiempo tal vez se puedan ensayar.