por Guillermo Correa
El carnaval de máscaras que comenzó su actuación en un escenario lleno de arcoíris prometiendo alegría multicolor ha ido perdiendo su brillo a lo largo de los últimos treinta años, cayendo lentamente las caretas construidas con paciencia y dedicación por los ingenieros y arquitectos del modelo neoliberal, apoyados resueltamente por los constructores de la clase política institucional, las élites y los poderes fácticos. Los adversarios de ayer se transformaron en una comparsa alegre y complaciente y cubrieron sus rostros con máscaras “republicanas” para sentarse a la mesa del banquete institucional a saborear dulces trozos de la torta del poder. Se transformaron así en los clavos, tarugos y refuerzos del andamiaje institucional plasmado en la Constitución dictatorial de 1980.