Toda la vieja morralla de los años treinta está de regreso: la «línea de clase», el «papel de la clase», los «cuadros adiestrados», el «partido de vanguardia» y la «dictadura proletaria». Todo aquello ha vuelto, y en forma más vulgarizada que nunca. El Progressive Labor Party no es el único ejemplo; es sólo el peor. Se huele el mismo tufillo en varios desprendimientos de la SDS y en los círculos marxistas y socialistas de los campus, no digamos ya en los grupos trotskistas, los Clubs Socialistas Internacionales y la Juventud Contra la Guerra y el Fascismo.[1]