Esta efemérides de Ingmar Bergman, es un motivo como otro cualquiera para que quienes pueden como la Filmoteca de Barcelona, produzcan su montaje con ciclos de películas, conferencias y algún buen libro sobre el autor de Fresas salvajes. Lo que cabe lamentar es que aunque sea a niveles mucho más modestos, este tipo de eventos no se reproduzca en barrios y ciudades de tal manera que el personal que creció con Bergman pueda revisar algunas de sus joyas y los más de ahora no disfruten de un reconocimiento que pueden ampliar con la lectura de La linterna mágica, sus magistrales memorias, parte de una obra por cierto, bastante autobiográfica. A la hora de debatir sobre su obra, a buen seguro que podría darse un extenso apartado sobre su irrupción en las carteleras españolas, especialmente con El séptimo sello y El manantial de la doncella. Habría mucho que hablar de las maniobras de un doblaje deshonesto, del impacto causado entre las nuevas generaciones ligadas al formato de “cine de arte y ensayo” o sea al cineclubismo que convertía cierto cine en materia de debate de oposición cultural. En este espacio, Bergman aparecía “como de otro planeta” en relación al cine.