por Horacio Ramírez
En pocos lugares conocidos por el Hombre llueve agua. La Tierra es uno de ellos y otro parece ser bajo los anillos de Saturno… de modo que la lluvia de agua es en verdad algo muy particular. Muy especial.
por Horacio Ramírez
En pocos lugares conocidos por el Hombre llueve agua. La Tierra es uno de ellos y otro parece ser bajo los anillos de Saturno… de modo que la lluvia de agua es en verdad algo muy particular. Muy especial.
La idea de que una película de Woody Allen fuera a quedarse en un cajón, de Amazon, y que los amantes de su cine nos quedásemos sin verla por miedo a las reacciones de las redes sociales, por un asunto del que ya fue absuelto en dos ocasiones por los tribunales, por la maldita corrección política o por lo que sea, me sublevaba. Así que cuando supe que Woody había recuperado su última película y los distribuidores españoles me propusieron un encuentro/charla/entrevista, no lo dudé. Sobre todo después de ver la película en un pase de prensa. Día de lluvia en Nueva York me pareció una delicia, una película llena de encanto, como una canción de Cole Porter, como un baile en el que la pareja no pusiera los pies en el suelo ni un segundo, como Fred Astaire y Ginger Rogers compartiendo (con nosotros) Isn’t This a Lovely Day? de Irving Berlin… Al salir de verla pensé que hacía mucho tiempo que una película no me trataba tan bien…
Para Woody Allen (Nueva York, 1935), la vida es un parque de atracciones donde la mitad de los tiovivos no funciona y la otra mitad procura emociones mucho menos intensas de lo que uno esperaba. Su nueva película, Wonder Wheel, que se estrena hoy, reúne a cuatro personajes desesperados en el Coney Island de los cincuenta, la gran feria pegada a la playa de Brooklyn en la que transcurrió parte de su infancia. La entrevista tiene lugar en un hotel de lujo de París. Durante su trascurso estará terminantemente prohibido mencionar los escándalos sexuales que han sacudido Hollywood durante el otoño y que ha destapado su propio hijo, Ronan Farrow, con quien lleva años enemistado. “Ni Harvey Weinstein, ni Kevin Spacey, ni Oliver Stone”, insistirá su publicista antes de dejarnos entrar en su habitación, amenazando con interrumpirla en el momento en que dejemos de hablar de la película. Pero no dirá nada sobre las consecuencias que este nuevo clima puede tener en la consideración de su obra. ¿Dejará de ser Woody Allen, cargando con graves acusaciones que siempre ha desmentido, un intocable del séptimo arte?