La del 14 de diciembre fue una gran manifestación, como no se había visto desde hace muchos años en la izquierda, una manifestación de gente que llenó la plaza de San Juan con decenas de miles de personas (más de cien mil según los organizadores) animada por sentimientos antifascistas y antirracistas. Muchos y muchos trabajadores nativos y migrantes, y jóvenes, se reunieron desde la madrugada con las coloridas sardinas para recuperar la histórica plaza de la izquierda, después de la manifestación del 19 de octubre de la derecha reaccionaria.
Estamos viviendo en una continua crisis. Una crisis tras otra, característica inherente al capitalismo. En esta ocasión nos encontramos frente a una crisis humanitaria. Tenemos, en mitad del Mediterráneo, una enorme nave con 134 inmigrantes a bordo. Unos inmigrantes que huyen de la miseria y las guerras que sufren sus países; lo único que desean es poder vivir en paz dignamente, y ya que en sus países es imposible, huyen a otros con el propósito de encontrarla.
En los últimos años, la extrema derecha reaccionaria, autoritaria o fascista ha estado en ascenso en todo el mundo: ya gobierna la mitad de los países del mundo. Entre los casos más conocidos figuran: Trump en Estados Unidos, Modi en la India, Orbán en Hungría, Erdoğan en Turquía, Daesh del Estado Islámico, Salvini en Italia, Duterte en las Filipinas y ahora Bolsonaro en Brasil. Pero en varios otros países tenemos gobiernos cercanos a esta tendencia, aun si no se definen así de forma tan explícita: Rusia bajo Putin, Israel con Netanyahu, Japón bajo Shinzō Abe, Austria, Polonia, Birmania, Colombia, etc. De hecho, la distinción entre estos dos grupos es completamente relativa.