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Hace 9 años Bjomolf Gustafsson había interrumpido sus estudios de Literatura en la Universidad de Tromso, para venirse a París donde trabajó como mesero, repartidor de pizzas y cartero. Pero su verdadero primer trabajo –así lo consideraba él- fue el de asistente y luego administrador en una librería parisina del bulevar Haussmann, una boutique dedicada –entre otras áreas- a la oferta de textos exclusivos, incunables y de remota data: la famosa librería “Gutiérrez”, una legendaria vitrina de la ciudad luz. Su dueño, Baptiste Durand, rara vez aparecía por el negocio y Bjomolf aprendió lo necesario del anterior dependiente, un hombre mayor que debió retirarse por razones de salud, en un corto período.