por Mabel Bellucci y Emmanuel Theumer
A inicios de la década del setenta se desarrolló un debate internacional, tan académico como político, que tomó al hogar, las tareas de las mujeres anidadas allí, como nudo discursivo del problema. Las tareas del hogar -desde la reproducción de la especie pasando por la elaboración de comidas, limpieza, servicios sexuales, cuidado de niños y ancianos- fueron cuestionadas en tanto inherentes a las mujeres en calidad de esposas o madres. A dicho mandato social comenzó a oponérsele el reconocimiento de estas labores como un trabajo doméstico no asalariado. Tanto el pensamiento feminista como el marxista encontraron un nuevo intento de maridaje.