El movimiento comunista en Alemania de 1918 a 1922 (extracto)

por Denis Authier y Gilles Dauvé

La revolución “democrática” de noviembre de 1918 

En el otoño de 1918 el proletariado alemán, inspirado en el ejemplo de los soviets rusos que habían concluido la paz desde el mes de marzo, soporta cada vez peor las dificultades materiales impuestas por la prosecución de la guerra, y esto, mientras la derrota de su país se siente como próxima. Para desactivar el movimiento, el gobierno recurre el 2 de octubre a dos ministros socialistas. Pero es demasiado tarde. El amotinamiento de los marinos de Kiel actúa como un detonador: el 4 de noviembre, éstos, después de haber rehusado librar un último combate contra la flota inglesa, se hacen dueños de los navíos. Una vez llegados a Kiel, se les unen los obreros de los arsenales y, con ellos, eligen un Consejo de obreros y de marinos que toma el poder en la ciudad. Del 4 al 9 de noviembre, las antiguas estructuras del Estado alemán dinástico y burocrático son dejadas de lado: los consejos toman el poder en todas las ciudades; Berlín cae el último. Allí, bajo la presión de una inmensa manifestación, el SPD y el USPD constituyen un Consejo de los comisarios del pueblo, destituyen al antiguo gobierno imperial, y el ministro socialdemócrata Scheidemann proclama la República. Así, el SPD toma el poder gracias a un mar de fondo que él ha tratado de impedir a toda costa y que ningún otro grupo político, por revolucionario que sea, ha previsto ni desencadenado. Por lo demás, se apresura a vigilar el mantenimiento del orden. A este efecto, se firma un armisticio con la Entente (Francia, Inglaterra), sin condiciones, desde el 11 de noviembre. 

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No es “fascismo o democracia”, sino fascismo y democracia

por Gilles Dauvé

De acuerdo a la actual sabiduría izquierdista, el fascismo es el poder estatal y del capital en su crudeza y en su brutalidad, sin máscara alguna, de manera que la única manera de liquidar al fascismo es terminar con el capitalismo.  Hasta ahí, vamos bien. Desafortunadamente, tal análisis suele volverse contra sí mismo: como el fascismo es el capitalismo en su peor forma, debemos prevenir que éste llegue a esa forma luchando, por ejemplo, por un capitalismo “normal”, no fascista, e inclusive apoyar a capitalistas no fascistas. 

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