por Juan García Brun
Edmundo Morelli murió hace menos de un mes en Valdivia. Dedicó su vida a hacer guardia en el pórtico de su casa de calle Baquedano, entre Pedro Montt y Aníbal Pinto. Hierático, dejaba pasar las estaciones, los años y las décadas. Al cubierto de la lluvia, del sol y refugiado de la gente, era posible verlo erguido, con las manos en los bolsillos de su chaqueta deportiva y con las piernas abiertas. Siempre en la misma posición. El pelo rojizo y la barba recortada prolijamente, acentuaban su imagen vigilante y determinada.