por Gastón Gutiérrez y Paula Varela
“El socialismo será democrático o no será nada” afirmaba Poulantzas, retomando a Rosa Luxemburgo, en el final de Estado, poder y socialismo en 1978. Este “socialismo democrático” como alternativa al totalitarismo estalinista buscaba otorgar una perspectiva a las luchas que desde el ascenso del ‘68 enfrentaban el carácter crecientemente bonapartista de los principales gobiernos europeos y a las dictaduras militares del sur de Europa. Precisamente entre 1975 y 1976 esta coyuntura pega un pronunciado viraje con el golpe de Estado contrarrevolucionario en Portugal y la guerra sucia en Italia, que abre la vía al “compromiso histórico” en ese país, a la moderación de la Unión de Izquierda en Francia y a la transición pactada en la España posfranquista. Por su parte el triunfo de la contrarrevolución en Chile inicia un ciclo de dictaduras sangrientas en América Latina.