Omar Saavedra Santis presenta su novela «El Último» – Viña (11 mayo 2018)

Con bastante pudor puedo asegurarles que no se me ocurre mucho que decir sobre este libro que hoy se presenta aquí. No se trata de falsa modestia. Yo solo lo escribí, lo que corresponde exactamente a la mitad del afán que significa todo libro. La otra mitad es la más difícil: encontrar lectores que se hagan cargo de su lectura. Aquí, en este país, una cuestión harto azarosa, digamos. Permítanme entonces aprovechar estos breves minutos paraun par de vagas digresiones sobre el tiempo: un tema siempre recurrente para salir del apuro cuando no se tiene mucho que decir. No me refiero, claro está, al tiempo como capricho atmosférico, ni como palenque de metafísicos, ni como sibilina cuarta dimensión. No. Hablo nomás dese tiempo del que se habla con el peluquero, ese tiempo chico que nos toca vivir en los días que corren en este país (también chico) al que, por razones casi esotéricas, yo y tantos otros insistimos en llamar “nuestro”, a pesar de que aumentan las sospechas sobre la realidad, autenticidad y vigencia deste derecho de propiedad. Hablo de ese famoso tiempocon el que se hilvanan todos los días: ese tiempo para llorar a gritos y matarse de risa; ese tiempo de bailongo y otro de velorio; ese tiempo para levantar esperanzas y otro para derribarlas: es decir hablo de un tiempo cumplidamente bíblico yjodidamente nacional. Hablar de “jodido” para referirse a este actual tiempo nuestro es, sin duda, una cuestión de pareceres, diferentes todos ellos y de modo alguno originales.Los transigentesdiránque jodido sí, pero nunca tanto. Los resignados se encogerán suspirosos de hombros. Los optimistas chistositos afirmarán que todo podría ser peor. Y no faltarán los exultantes que anunciancon huifa y rendija que lo jodido ya pasó y que vienen tiempos mejores.Como sea, por dispares y disparatadas que sean las evaluaciones que se quiera hacer de estos tiempos actuales, todas o la mayoría de ellas concuerdan en esa perogrullada que dice todo que tiempo presente -nos guste o no- proviene de un ayer. Y como no podría ser de otra manera, la discusión vuelve a ganar decibeles cuando se trata de justipreciar ese pasado hasta alcanzar una estridencia cacofónicacuando ella apunta a establecer las relaciones existentes entre aquel “pasado efímero” con esta actualidadnuestra de cada día.

Leer más

Ir al contenido