por Miguel Muñoz Garnica
Eres muy bueno interactuando con otros actores. Aprende a hacerlo con el texto. La indicación se la da Yusuke (Hidetoshi Nishijima), el protagonista, a uno de los actores de la adaptación de «Tío Vania» que dirige, pero conlleva una pregunta que, en buena medida, es la misma que impulsa el cine de Hamaguchi. ¿Se puede interactuar con un texto? Más aun, ¿podemos entablar una relación íntima, personal, con la mera semántica de unas palabras fijadas sobre el papel? En la elipsis que cierra la primera parte de Drive My Car, Hamaguchi enuncia una respuesta positiva. Yusuke, roto por la muerte reciente de una esposa a la que adoraba, interpreta a Vania en una función. Como si le costara articular cada palabra, pronuncia su frase: «Porque la fidelidad de esa mujer es falsa desde el principio hasta el fin». La línea debería continuar según el texto de Chejov —«Le sobra retórica y carece de lógica. Engañar a un viejo marido al que no se puede soportar es inmoral, mientras que el esforzarse en ahogar dentro de sí la pobre juventud y el sentimiento vivo, no lo es»—, pero Yusuke se interrumpe y abandona la escena antes de tiempo. Como si no pudiera quitarse del cuerpo las palabras, las dichas y las que debía decir, queda paralizado e incapaz de volver al escenario. Y así, en la penumbra de los bastidores y sumido en un gesto de desesperación, nos lo deja el fundido a negro que introduce un salto de dos años, la elipsis más vasta del metraje.