por José Montero Reguera
La interacción entre vida y literatura se convierte en cuestión medular de la teoría literaria cervantina, como estudió magistralmente E. C. Riley, quien afirmó que “La principal contribución de Cervantes a la teoría de la novela fue un producto, nunca formulado rigurosamente, de su método imaginativo y crítico a un tiempo. Consistía en la afirmación, apenas explícita de que la novela debe surgir del material histórico de la experiencia diaria, por mucho que se remonte a las maravillosas alturas de la poesía” (Teoría de la novela en Cervantes, Madrid, Tauros, 1966, 344). Pero esa experiencia diaria no se nos muestra franca y abierta, sino recatada, meditadamente literaturizada, puesta al servicio de un propósito más elevado, que no es otro que el de entretener a los lectores, de manera muy distinta a otros coetáneos suyos. A este respecto, es muy interesante el siguiente pasaje: