por Horacio Ramírez
En su autobiografía El portador del fuego, el astronauta Michael Collins -quien fuera el que se quedó en la cápsula de comando de la Apolo 11 y no descendiera jamás a la luna-, relata el momento en el que, ya solo en su cubículo, se internaba en el espacio que bañaba la cara oculta del satélite y experimentara la soledad física en el modo más extremo posible por primera vez en la Historia: “Desde los tiempos de Adán que nadie estuvo tan solo”, llegó a decir, mientras afirmaba que en esos momentos de aislamiento físico, se sentía “el Ello”, ya que por esos minutos ni él sabía nada de ningún ser humano ni ningún ser humano sabía nada de él. Se suponía que estaba, pero no se lo sabía…