Maturana, new age y neoliberalismo

por Matías Wolff

El ingeniero en minas Rolf Behncke llegó en 1972 al laboratorio de Humberto Maturana en las barracas de la Facultad de Ciencias con una pregunta a flor de labios: quería conocer la física de las emociones. Contrariado por el ejercicio de una profesión que no lo satisfacía del todo, uno de sus profesores en Beaucheff, Carlos Martinoya, le había recomendado seguir algunos ramos de Medicina, en particular los que dictaba un excéntrico y barbado profesor que comenzaba a pensar la vida como una realidad autogenerada. Behncke siguió el consejo y quedó impresionado por el sustento científico que había tras las ideas de Maturana y de su joven colega, Francisco Varela. Siguió yendo a su laboratorio con la intención de adentrarse en el mundo de la naciente Biología del Conocimiento y encontrar en ella la respuesta a su inquietud.

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