por Michael Roberts
La semana pasada, el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos decidió dejar de subir su tasa de interés política durante 2019. La Fed comenzó a subir los tipos de interés desde cerca de cero a finales de 2016 con el argumento de que la Larga Depresión (en el crecimiento económico, la inversión y el empleo en los EE.UU. y en otras economías importantes) había terminado. A medida que las economías alcanzan el pleno empleo y utilizan el exceso de capacidad industrial, los salarios deberían aumentar y la inflación se aceleraría, por lo que sería necesario frenar cualquier ‘recalentamiento’ con mayores tasas de interés para frenar el endeudamiento y el gasto. Esta política de ‘normalización’, como se la llama, se justificaría después de los recortes de impuestos que Trump aplicó a finales de 2017. Estas medidas dieron lugar a un fuerte aumento de los beneficios después de impuestos para las empresas estadounidenses y una aparente recuperación en EE.UU. del crecimiento real del PIB, alcanzando una tasa interanual del 3% al final de 2018. Todo parecía ir bien.