por Ellen Engelstad
La meritocracia postula que deberían mandar los más capaces y que los más capaces debieran poder ascender a la cúspide independientemente de su extracción social. La primera proposición parece razonable a muchas personas, la segunda es evidentemente justa. El mundo es complejo, y en una serie de ámbitos, desde los juzgados hasta las cabinas de los aviones, la pericia parece no solo deseable, sino necesaria. Y si de veras queremos encontrar el mejor talento, entonces sin duda deberíamos asegurarnos de que todo el mundo tuviera la misma oportunidad de demostrar su valía, ¿o no?