Cuento de Masuccio Salernitano: Los tres rivales

En el mes de enero último, hace ya un año, vivía en Nápoles un buen hombre cuyo oficio no consistía  más que en hacer zuecos. Tenía su tienda cerca de la Sellaría, en una plazuela detrás de la Zecca Vecchia, y estaba casado con una amable y hermosa muchacha, que de ningún modo era desdeñosa a las miradas de sus innumerables amantes. Sin embargo, entre ellos había tres que la dama, que se llamaba Viola, amaba y favorecía más que a los otros. Uno era un herrero vecino suyo, el otro un comerciante genovés y el tercero un fraile de cuyo nombre y hábito no me acuerdo. A los tres les había prometido separadamente satisfacer su deseo cuando el marido pasara la noche fuera de la casa. A los pocos días de eso su esposo partió para Selece, conduciendo un pollino cargado de zuecos desbastados, que debía después acabar en Nápoles, como era su costumbre. Eso debía obligarle a quedar ausente aquella noche.

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