Ves al hombre que viene a hablar con los edificios. Los rodea, mirando hacia arriba desde las banquetas, desde los jardines de concreto, observando después los soportes que se sumergen en la tierra. Entra en los cuartos, golpetea las ventanas y menea los cristales que no encajan bien. Mete el dedo en los revoques, recorre los áticos. En los sótanos escucha los cimientos. Todo el tiempo susurra.