por Nicolás Torino
El establecimiento de la República en 1912 marca un punto de quiebre en la historia china. El Imperio, cuyos inicios se remontaban al 200 aC., se había desmoronado. Lo viejo había muerto, como lo demostró plenamente Yuan Shikai al intentar proclamarse emperador en 1915, decisión que iba a derivar en su caída apenas unos meses después. Lo nuevo, sin embargo, no lograba tampoco tomar una forma concreta, y la compleja situación étnica y regional tornaba la situación crítica. La guerra civil no tardó mucho en empezar.