Hay una frase en prosa de los escritos de Santa Teresa que me pareció cada vez más importante a medida que pensaba en esta ocasión, así que resolví ofrecer una meditación sobre la sentencia. Fue usada como epígrafe en una reciente colección de poemas por Tess Gallagher, mi querida amiga y compañera que hoy está aquí conmigo, y tomo la frase del contexto de su epígrafe.