por Rodrigo Torres Quezada //
Hace un tiempo estuve en Isla Negra. Y como una clásica postal turística, quise visitar el sitio donde yacen los restos de Pablo Neruda y su última esposa Matilde Urrutia. Sin embargo, desistí de ello por dos cosas: una, era el precio. Me pareció extremadamente caro para tratarse de la tumba de quien en vida afirmaba estar del lado del pueblo. Y la otra, era por la sensación amarga que subyacía tras todo aquel aparataje mercadotécnico que se había tejido en torno al vate. El documental de Diego del Pozo, titulado Cantalao: El secuestro de un legado (2017), hizo que entendiera lo que me había pasado aquella vez en Isla Negra.