John Reed:«Pancho Villa, un peón en política»

Villa se proclamó gobernador militar del Estado de Chihuahua, comenzando el extraordinario experimento —extraordinario porque no sabía nada acerca de estos menesteres— de organizar con su propia cabeza un gobierno para 300 000 gentes.

Se ha dicho a menudo que Villa tuvo éxito porque disponía de consejeros educados. En realidad, estaba casi solo. Los consejeros que tenía pasaban la mayor parte de su tiempo dando respuesta a sus preguntas impacientes y haciendo lo que él les decía que hicieran. Yo acostumbraba ir algunas veces al Palacio del gobernador en la mañana temprano y esperarlo en su despacho. Silvestre Terrazas, secretario de gobierno, Sebastián Vargas, tesorero del Estado, y Manuel Chao, entonces interventor, llegaban como a las ocho, muy bulliciosos y atareados, con enormes legajos de informes, sugestiones y decretos que habían elaborado. Villa mismo, se presentaba como a las ocho y media, se arrellanaba en una silla y les hacía leer en alta voz lo que había. A cada minuto intercalaba una observación, corrección o sugestión. De vez en cuando movía su dedo atrás y adelante y decía:

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