por Patricio Zunini
En épocas en que los cajones y los baúles se abren y aparecen esmeraldas perdidas de grandes autores —dicen que Roberto Bolaño lleva más libros publicados después de muerto que los que sacó en vida—, cabe preguntarse qué valor tienen las obras póstumas. Podríamos, incluso, ir más allá —con perdón— y preguntarnos si el libro póstumo es condición necesaria para la canonización de un autor.