por Mario Fernández
Se han vivido, en la historia de Norteamérica, muchos apogeos locales producidos por la explotación de algún recurso natural o industrial. El afiebrado sueño de encontrar “El Dorado” y explotarlo hasta el último gramo no ha cesado. Continuando con una tradición de exprimir la naturaleza, se han explotado tanto el petróleo crudo como el gas natural en Estados Unidos por más de 10 años en forma muy intensa. Estos, a diferencia de los hidrocarburos convencionales, han sido extraídos a través del proceso de fracturación hidráulica de las rocas sedimentadas de esquisto bituminoso del subsuelo. Extraer este petróleo y gas requiere que se perfore hasta a más de 3000 metros de profundidad, y que además se continúe excavando en forma horizontal inyectando ácidos, sales y una docena de productos químicos disueltos en cantidades importantes de agua –soluciones químicas que desintegran los compuestos orgánicos bituminosos (llamados querógeno) para poderlos extraer hacia la superficie.