por José Martín León
Si por algo se ha caracterizado el cine de Icíar Bollaín ha sido por dar voz a quien, muchas veces, no la han tenido. Con una carrera de más de 25 años como realizadora –como actriz había debutado en una de las obras maestras de nuestro celuloide, El sur(Víctor Erice, 1984), a la tierna edad de dieciséis años, y, desde entonces se habían sucedido notables trabajos en obras como Tierra y libertad (Ken Loach, 1995), Leo (José Luis Borau, 2000) o Nos miran (Norberto López Amado, 2002)– que comenzó brillantemente con la fresquísima Hola, ¿estás sola? (1995), Bollaín ha demostrado una gran sensibilidad a la hora de tratar temas “incómodos” en sus películas, de esos por los que muchos espectadores preferirían mirar hacia otro lado para no querer ver unas realidades que, lamentablemente, están presentes en cada esquina de nuestra sociedad.