por Juan Andrés Guzmán
Hace 10 años un influyente libro de Marcelo Bergman (Tax Evasion and the Rule of Law in Latin America) sostuvo que Chile estaba entre las naciones con mayor cumplimiento tributario del mundo. Según Bergman, nuestro éxito se debía a que los contribuyentes tenían una cultura de respeto a las normas, la cual descansaba en que la autoridad tributaria era percibida como justa y eficaz para castigar.
La seguidilla de escándalos tributarios en la última década, desde las estrategia de las empresas zombis -en la que participaron Sebastián Piñera, Carlos Délano, Andrónico Luksic, entre otros- a las más recientes prácticas detectadas en el Grupo Penta, en Walmart y en el financiamiento ilegal de la política, hacen dudar de la imagen de nación cumplidora. ¿En qué grupo social está el problema? Al menos desde los estudios de Michel Jorratt de 2013 sabemos que el impuesto que pagamos todos, el IVA, tiene poca evasión: apenas 8%. En cambio, el impuesto a la renta (que lo paga sólo el 19% de más altos ingresos) tiene una evasión del 34%.