El martes 3 de noviembre a la noche, los resultados de las elecciones presidencial de EEUU todavía eran poco claros. Sin obtener una victoria aplastante, ni ganar el estado de Florida, los demócratas ya sabían que entraban en el pantano de una elección cuestionada por Trump, que venía preparando el terreno con acusaciones de fraude en el voto por correo desde por lo menos el primer debate. Poco más de una semana después, la estrategia judicial de Trump para impugnar resultados en varios estados viene de fracaso en fracaso, pero no es a nivel legal donde debemos fijar nuestra atención. Biden tiene grandes chances de consagrarse presidente cuando se reúna el colegio electoral a principios de diciembre. Sin embargo, la idea de que ganó con fraude ha calado hondo en un enorme sector de la población y su discurso de sanar las heridas buscando la unidad luego de la polarización extrema que las elecciones reflejaron solo parcialmente no tiene por ahora ninguna perspectiva de asentarse en elementos materiales, algo que solo una salida de la crisis podría brindar.
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