En el verano de 1951 un joven de veintiún años que estaba trabajando en una tesis sobre Dylan Thomas le formuló cinco preguntas, que el poeta le pidió le redactase por escrito para poder estudiarlas antes de contestarlas. Las preguntas eran las siguientes: 1) ¿Por qué empezó a escribir poesía? ¿Cómo empezó y qué poetas o poemas influyeron en usted? 2) Se ha dicho que tres influencias dominantes se destacan en su obra: Joyce, la Biblia y Freud. ¿Es cierto? 3) ¿Usa usted deliberadamente todos los recursos poéticos en sus trabajos? ¿O simplemente “surgen”? 4) ¿Usa usted las combinaciones de palabras a la manera surrealista? 5) ¿Cuál es su definición de la poesía? Esta fue su respuesta:
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Poema de Nicanor Parra: «Se canta al mar»
Nada podrá apartar de mi memoria
La luz de aquella misteriosa lámpara,
Ni el resultado que en mis ojos tuvo
Ni la impresión que me dejó en el alma.
Raúl Zurita: «Soy un comunista en 2020: quiero una revolución y una sociedad sin clases»
por Lorena Maldonado
“Destrocé mi cara tremenda / frente al espejo / te amo -me dije- te amo / te amo a más que nada en el mundo”, escribe Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950) en Tu vida rompiéndose (Lumen). Una vez, en el 75, se quemó a sí mismo la mejilla con hierro encendido, de pura psicosis, de pura angustia vital, de puras ganas de empezar de nuevo como un bebé en el ancho mundo, y gritó y rabió y aún así se amaba.
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por Daniel Rojas Pachas
El humor en las tres novelas de Enrique Lihn se puede enmarcar dentro de lo que Macedonio Fernández desarrolló como humorismo conceptual en Una teoría de la humorística (1944). El humor conceptual pretende generar en el lector un contacto con la irrealidad, sumirlo en la ilogicidad y que se produzca una fisura en lo que fundamenta la razón, el habla del poder y el predominio de las ideologías.
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— EVOCACIÓN — [mayo]
Una señora conjura el frío con un amargo en el borderío. Su corte son los botes cargados con manzanas, chicha en chuicos, damajuanas. Le revolotean niños abrigados en lana –acaso sus nietos- que suben y bajan.
Mayo nos muerde otra vez los dedos; la anciana conjura el frío envuelta en luz de manzanas.
Seguir leyendo Narración de Juan Navarrete: Hojas de manzano, mudanzas del tiempoEfraín Barquero: adiós al poeta de la tierra telúrica
por Edmundo Moure
«Un hombre es desterrado a perpetuidad
y sale con un pedazo de su cuerpo
a vivir en la otra orilla del mundo
a donde solo llega la voz de sus muertos».
Efraín Barquero
Por distintos caminos y en diversos lugares he buscado al poeta de los lares, a Efraín Barquero, nuestro cantor campesino de Chile, hijo de la tierra y del pan temprano de Piedra Blanca.
Hacía 46 años que había partido, desde su casa rural en Lo Gallardo, con una raída maleta en la que llevaba sus libros más queridos y algunos sueños que le nacieron: «a través del humo y la niebla, cubriéndole la boca, palpándose el rostro, alisando los bordes del silencio enterrado”.
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-¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.
-¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.
Claudio Bertoni: «El que huye de la muerte la persigue»
por Daniel Hopenhayn
Para enfrentar la pandemia, tienes la ventaja de que vivir aislado en tu casa es tu rutina hace décadas, pero la desventaja de ser un hipocondríaco. ¿Cuál de esos dos factores ha pesado más?
La desventaja. Porque en términos de vivir cagado de susto, hace tiempo que las cosas han ido empeorando para mí. El escritor italiano Guido Ceronetti, en un libro absolutamente malvado que se llama El silencio del cuerpo, dice de repente: “Somos seres de una deslumbrante fragilidad y pequeñez”. Esa deslumbrante fragilidad a mí me corre por la sangre, pero ha recrudecido con el tiempo. Y la guinda de la torta ha sido esta cuestión del virus. La maldita paranoia que transmite la televisión, en la cabeza de un hipocondríaco como el que te habla, sube a unas alturas inconmensurables.
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¿Quién te dijo a ti
que te hicieras carabinero,
Juan Antillanca?
Poema de James Merrill: «Perdido en la traducción»
En la biblioteca, una mesa de juego
espera preparada el rompecabezas que nunca llega.
La luz del día brilla o desde la lámpara desciende
sobre el tenso oasis de fieltro verde.
La vida sigue, llena de insatisfacción,
espejismo surgido del goteo de la arena del tiempo
o cae poco a poco en el lugar correcto:
lección de alemán, picnic, columpio, caminata
con el collie que ‘hacía de todo menos hablar’—
amargas frutas caídas del huerto detrás de nosotros.
Un verano sin padres es el rompecabezas,
o debería serlo. Pero el chico, día tras día,
escribe en su diario Ningún rompecabezas.
Poema de Fernando Pessoa: «No basta abrir la ventana»
No basta abrir la ventana
para ver los campos y el río.
No es suficiente no ser ciego
para ver los árboles y las flores.
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Explicación del título: hablando de los complejos problemas cubanos, una amiga francesa mezcló los términos crítica y política, inventando la palabra “policritique”. Al escucharla pensé (también en francés) que entre poli y tique se situaba la sílaba cri, es decir grito. Grito político, crítica política en la que el grito está ahí como un pulmón que respira; así he entendido siempre, así la seguiré sintiendo y diciendo. Hoy hay que gritar una política crítica, hay que criticar gritando cada vez que se lo cree justo: sólo así podremos acabar un día con los chacales y las hienas.
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por Nicolás López-Pérez
¿Cuántas piedras tiene el mar de piedras? ¿Cuál es la extensión del mar? ¿Es decible, es imaginable, cabe en el margen de un par de páginas? ¿Cabe en más de trescientas entrevistas concedidas por Raúl Zurita entre 1979 y 2017 en prensa chilena e internacional? Adquirí el libro el día 23 de mayo de 2018 cuando se presentó en la sala América de la Biblioteca Nacional. Desde el ejemplar, ¿su autor?, me vaticinó con afecto: “todo el amor, toda la pasión, toda la verdad, toda la belleza.” Eso y más he visto en la lectura de Un mar de piedras. Algunos afectos y efectos de regreso:
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Quienquiera que fueres, óyeme:
si con ávidas miradas
nunca tú a la luz del véspero
has seguido las pisadas,
el andar suave y rítmico
de una celeste visión;
Poema de Stéphan Mallarmé: «Aparición»
La luna se entristecía. Serafines llorando
sueñan, el arquillo en los dedos, en la calma de las flores
vaporosas, sacaban de las lánguidas violas
blancos sollozos resbalando por el azul de las corolas,
Poema de Bertolt Brecht: «Preguntas de un obrero que lee»
¿Quién construyó Tebas,
la de las Siete Puertas?
En los libros figuran
sólo los nombres de reyes.
¿Acaso arrastraron ellos
bloques de piedra?
Poema de Tristan Tzara: "En el camino de las estrellas marinas"
Qué viento sopla en la soledad del mundo
Para que yo me acuerde de los seres queridos
Frágiles desolaciones aspiradas por la muerte
Más allá de las torpes persecuciones del tiempo
La tempestad se deleitaba ante su fin tan próximo
Que la arena no redondeaba ya su dura cadera
Pero en las montañas las bolsas de fuego
Vaciaban con seguridad su luz de presa
Pálida y corta como un amigo que se extingue
Del cual nadie puede decir ya su contorno con palabras
Y ninguna llamada en el horizonte tiene tiempo de socorrer
Su forma mensurable inicuamente a su desaparición
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A la Gente Pobre se le comunica
Que hay Cebollas para Ella en la Municipalidad de Santiago.
Las Cebollas se ven asomadas a unas ventanas
Desde el patio de la I. Municipalidad de Santiago.
Tras las ventanas del tercer piso se divisan
Unas guaguas en sus cunas y por las que están un poco más abajo
Poema de Mauricio Redolés: «Ver de nuevo»
Ver de nuevo un militar a cargo de restituir un Estado Injusto que se desvanece, es mi derrota.
Vuelvo a ser encarcelado y torturado, es mi derrota.
Escuchar al militar matizar su rol de represor con un comentario sobre fútbol, es mi derrota.
Poema de San Agustín: «Tarde te amé»
Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba, y me lanzaba sobre las cosas hermosas creadas por Ti.
Poema de Vicente Huidobro: «Ella»
Ella daba dos pasos hacia adelante
Daba dos pasos hacia atrás
El primer paso decía buenos días señor
El segundo paso decía buenos días señora
Y los otros decían cómo está la familia
Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo
Poema de Gonzalo Millán: «La ciudad»
El río invierte el curso de su corriente
El agua de las cascadas sube
La gente empieza a caminar retrocediendo
Los caballos caminan hacia atrás
Los militares deshacen lo desfilado
Las balas salen de las carnes
Las balas entran en los cañones
Los oficiales enfundan sus pistolas
La corriente penetra por los enchufes
Los torturados dejan de agitarse
Los torturados cierran sus bocas
Los campos de concentración se vacían
Aparecen los desaparecidos
Los muertos salen de sus tumbas
Los aviones vuelan hacia atrás
Los Rockets suben hacia los aviones
Allende dispara
Las llamas se apagan
Se saca el casco
La Moneda se reconstituye íntegra
Su cráneo se recompone
Sale a un balcón
Allende retrocede hasta Tomás Moro
Los detenidos salen de espaldas de los estadios
11 de septiembre
Las fuerzas armadas respetan la Constitución
Los militares vuelven a sus cuarteles
Renace Neruda
Víctor Jara toca la guitarra, canta
Los obreros desfilan cantando “venceremos”
Documental «Zurita, verás no ver»: «Y llorarás…»
por Alejandra Boero Serra
«Y las mejillas de amor se transparentan/ subiendo y los ojos hechos polvo de toda la/ muerte arrojada, de todas las tumbas arrojadas, de/ todo el sueño y el mar y el amor arrojados».
Raúl Zurita
En un país donde la poesía se respira y se discute, en Chile, Raúl Zurita, poeta, performer, prestigioso, incómodo, sigue escribiendo, dibujando, reflejando, proyectando su voz. Dando su vos. Mostrando su voz/vos. Dejando alli, su cuerpo. Textual. Metafórico.
«Verás un mar de piedras». En los acantilados de Pisagua. Luz proyectada en 22 frases/mantras. Palabras que horadarán la piedra desde el mar. Hasta que anochezca. Y al amanecer… Una última frase.
Una acción poética que da cuenta de una vida. Un cuerpo que da vida a las palabras. Palabras que, cielo y tierra mediante, alumbran el cono de sombra del cuerpo poético, de la obra vivida, de la vida en acción de poesía permanente.
Seguir leyendo Documental «Zurita, verás no ver»: «Y llorarás…»Poema de Omar Lara: «Diario de Viaje»
Yo vivía en un barco
en el rincón más dulce de ese barco
en cubierta crujían las sogas y los fierros
en el cuarto más dulce yo escuchaba
escuchaba a cubierto de lluvias y de vientos
adorando como un náufrago a la dueña del viaje
a la que doy
temblando
mi precario bagaje.
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Bajo el cielo nacido tras la lluvia
escucho un leve deslizarse de remos en el agua,
mientras pienso que la felicidad
no es sino un leve deslizarse de remos en el agua.
O quizás no sea sino la luz de un pequeño barco,
esa luz que aparece y desaparece
en el oscuro oleaje de los años
lentos como una cena tras un entierro.
Seguir leyendo Poema de Jorge Teillier: «Bajo el cielo nacido tras la lluvia»Poema de Yves Bonnefoy: «De nuevo las uvas de Zeuxis»
Zeuxis pintaba protegiéndose con el brazo izquierdo contra las aves hambrientas. Pero estas llegaban incluso bajo su pincel apremiado a arrancar jirones de tela.
Seguir leyendo Poema de Yves Bonnefoy: «De nuevo las uvas de Zeuxis»Poema de Pedro Montealegre: «Mi padre»
Mi padre: negación y negación; contra-padre, ciudad, aceptación
–lejana– del lirio, su gónada
y recuerdos rajados: la nuez en la cabeza –de san Antonio de
Padua– la cabeza roída: yo rezaba, y de súbito
un pozo más y más fondo; y las palabras, un pozo; y los
hermanos, un pozo: todo un eco la salida,
todo un eco –política de gotas de ácido– la quemadura, la vereda,
no más barro, espesor significado en ti
o sobre ti. Ciudadano, nunca he dicho sujeto: tu corazón o mi
sílaba. Tu pericardio, el baptisterio,
los prestamistas, limpios: no pureza, no oxígeno –es lo albo su
mancha– el aceite en sus manos.
Poema de San Juan de la Cruz: «Noche oscura del alma»
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
«Cabro chico», de Claudio Bertoni: El oficio de la memoria
por Cristián Brito
Recuerdos que regresan desde un tiempo remoto. Un pasado que se diluye en el olvido pero que aún sigue presente. Cabro chico, de Claudio Bertoni (1946), es una suerte de diario de memorias del fotógrafo, artista visual y poeta chileno.
En el volumen el autor toma nota de sus recuerdos cuando niño. En un relato que no deja pausas se intercalan poemas, notas y textos sobre lo que el vate recuerda de su temprana infancia. Aquí podemos encontrar, por ejemplo, su despertar del deseo sexual. “La señorita Teresa fue el primer amor de mi vida (no sé cómo supe a esas alturas que ella tenía treinta años) / Rubia y yo de cinco (años) / Vivía en la azotea (encima del ropero la pistola de su pololo el bombero.», anota Bertoni.
Seguir leyendo «Cabro chico», de Claudio Bertoni: El oficio de la memoriaPoema de Jaime Rayo: «Narciso»
Un soberbio mapa de sangre, el límite preciso,
Expía sus pecados y os deja siempre esperando el desenlace.
No busca días perfectos, la causa ni el sino de la espera.
Empapado en aguas de paraíso, los años le lamen
Sus simplezas de experto y esa aureola casual tan peligrosa.
Dante Alighieri: primer soneto (La Vida Nueva)
Transcurridos bastantes días para que se cumplieran nueve años tras la supradicha aparición de la gentilísima criatura, aconteció que la admirable mujer aparecióseme vestida con blanquísimo indumento, entre dos gentiles mujeres de mucha mayor edad. Y, al entrar en una calle, volvió los ojos hacia donde yo, temeroso, me encontraba, y con indecible amabilidad, que ya habrá recompensado el Cielo, me saludó tan expresivamente, que entonces creíame transportado a los últimos linderos de la felicidad.
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He visto la batalla.
Creedme: he visto combates que no habría podido imaginar, ni aiquiera en sueños;
mientras un proyectil tras otro velaba de humo el montón de cadaveres
y el metal mellado dibujaba nuestros destinos con su garra:
todo lo destrozaba,
dibujaba negras nuebes de seta en el cielo.
Creedme, he visto los combates, he sentido su frío
cuando la muerte marchaba a nuestro lado
y recordaré esos combates para siempre;
cuando cierra las manos en torno de mi garganta
y me despierto de noche, indefenso,
como un bote atrapado en un remolino, incapaz de liberarse de su giro.
Pero ya no siento miedo.
He sobrevivido en las puertas del infierno:
he visto la batalla.
Aldo Pellegrini: Se llama poesía todo aquello que cierra la puerta a los imbéciles
La poesía tiene una puerta herméticamente cerrada para los imbéciles, abierta de par en par para los inocentes. No es una puerta cerrada con llave o con cerrojo, pero su estructura es tal que, por más esfuerzos que hagan los imbéciles, no pueden abrirla, mientras cede a la sola presencia de los inocentes. Nada hay más opuesto a la imbecilidad que la inocencia. La característica del imbécil es su aspiración sistemática de cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque los tiene todos.
Leer MasPoema de Derek Walcott: El amor después del amor
El tiempo vendrá
cuando, con gran alegría,
tú saludarás al tú mismo que llega
a tu puerta, en tu espejo,
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Seguirás amando al extraño que fue tú mismo.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón,
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.
Poema de E.E. Cummings: «Nadie, ni siquiera la lluvia»
En algún lugar al que nunca he viajado,
felizmente más allá de toda experiencia,
tus ojos tienen su silencio:
En tu gesto más frágil hay cosas que me encierran
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.
Poema de Raymond Carver: Tu perro se muere
Lo atropella una furgoneta.
lo encuentras a la orilla de la carretera
y lo entierras.
te sientes mal.
Poema de Pablo de Rokha: Canto del Macho Anciano
Sentado a la sombra inmortal de un sepulcro,
o enarbolando el gran anillo matrimonial herido a la manera de palomas
…………… que se deshojan como congojas,
escarbo los últimos atardeceres.
Como quien arroja un libro de botellas tristes a la Mar-Océano
o una enorme piedra de humo echando sin embargo espanto a los acantilados
…………… de la historia
o acaso un pájaro muerto que gotea llanto,
voy lanzando los peñascos inexorables del pretérito
contra la muralla negra.
Poema de Edgar Allan Poe: El cuervo
Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”
Hermosas palabras de Nick Cave sobre la muerte de un ser amado
Los muertos no se van de este mundo, no al menos hasta que son olvidados. Su presencia, sutil y poderosa, ronda los espacios, hechiza los objetos y, algunas veces, se manifiesta en los sueños. Estas apariciones han inspirado algunas de las obras más grandes que ha visto la humanidad. Para muchas culturas, el sueño, además de implicar un estado de reposo, es también un momento de susceptibilidad que ofrenda la posibilidad de ver y sentir cosas que la vigilia esconde; los sueños podrían ser lugares donde comunicarnos con los otros, algunas veces con los que ya no están en este mundo.
Seguir leyendo Hermosas palabras de Nick Cave sobre la muerte de un ser amadoEntrevista al Hombre de Piedra, Pablo de Rokha: «Alone es un figurín de filarmónica de siúticos»
Encontramos a Pablo de Rokha y a su esposa y compañera de labores, sumergidos entre una montaña de paquetes. Es la «Revista Multitud». El poeta nos habla de su labor actual, repartida entre esta revista que edita con gran entusiasmo, y algunos libros que prepara.
Seguir leyendo Entrevista al Hombre de Piedra, Pablo de Rokha: «Alone es un figurín de filarmónica de siúticos»Poema de Johann Wolfgang von Goethe: La fuerza de la costumbre
¡Amé ya antes de ahora, mas ahora es cuando amo!
Antes era el esclavo; ahora el servidor soy.
De todos el esclavo en otro tiempo era;
a una beldad tan solo mi vasallaje doy;
que ella también me sirve, gustosa, a fuer de amante,
¿cómo con otra alguna a complacerme voy?
Poema de César Vallejo: Hoy me gusta la vida mucho menos…
Hoy me gusta la vida mucho menos,
pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.
Casi toqué la parte de mi todo y me contuve
con un tiro en la lengua detrás de mi palabra.
Poema de J.L. Borges: El Golem
Si, (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Robert Desnos: A la misteriosa
Tanto soñé contigo que pierdes tu realidad.
¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo y besar sobre esa boca
el nacimiento de la voz que quiero?
Constantino Kavafis: El viejo
En una esquina del café sonoro de murmullos confusos
un anciano sentado se inclina sobre la mesa,
leyendo un periódico, sin compañía.
Bertolt Brecht: Elogio de la duda
Loada sea la duda! Os aconsejo que saludéis
Serenamente y con respeto
A aquel que pesa vuestra palabra como una moneda falsa.
Quisiera que fueseis avisados y no dierais
Vuestra palabra demasiado confiadamente.
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Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.
“El yo es otro” en Enrique Lihn: Silencio, Rimbaud e intertextualidad
por Daniel Rojas Pachas
Enrique Lihn (1929 – 1988) es uno de los escritores chilenos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Su reconocimiento mundial como poeta, hace que muchas veces ignoremos otras de sus facetas como creador. El 2018 se cumplieron treinta años de su partida, y creo que es importante recordar su rol como intelectual y artista intermedial.
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Eran las diez de la noche del 18 de setiembre de 1968 cuando el Ejército mexicano, con «decenas de tanques ligeros, vehículos artillados y de transporte, así como una brigada de infantería, el 12º regimiento de caballería mecanizado, un batallón de fusileros paracaidistas, una compañía del batallón Olimpia, dos compañías del segundo batallón de ingenieros de combate y un batallón de Guardias Presidenciales; en suma, 10 mil efectivos al mando del general Crisóforo Mazón Pineda”, invadía la Ciudad Universitaria Seguir leyendo Alcira Soust Scaffo: la poeta uruguaya que resistió escondida la invasión a la UNAM (México 1968)
William Blake, flagelo de tiranos
por Judy Cox //
La revolución: El tema estrella de la época
William Blake escribió algunos de los poemas más originales y populares, aún hoy, jamás escritos en inglés. Su poema “Jerusalén” fue musicado por Charles Parry en 1916, y pasó a ser conocido por este nombre cuando Parry lo dirigió en un concierto a favor de la campaña por el derecho al voto de las mujeres. Posteriormente, se ha convertido en el himno nacional oficioso de Gran Bretaña. Lo cantan las respetables mujeres de la Inglaterra media y en el Instituto de la Mujer. El Partido Conservador lo lleva en el corazón, junto a “Tierra de esperanza y gloria”, y los laboristas lo consideran una alternativa políticamente aceptable a “Bandera Roja”, un canto demasiado subversivo. Sus poemas para niños, como “El Tigre”, siguen recitándose en las escuelas de primaria. Seguir leyendo William Blake, flagelo de tiranos
Allen Ginsberg, ícono de la generación Beat
por Alfredo Rubio Bazán //
Irwin Allen Ginsberg. Poeta y una de las figuras más destacadas de la Generación Beat en la década de 1950. Se opuso enérgicamente al militarismo, materialismo económico y la represión sexual. Ginsberg es mejor conocido por su poema épico Aullido, en el que denunció lo que consideraba las fuerzas destructivas del capitalismo y de la conformidad de los Estados Unidos. Seguir leyendo Allen Ginsberg, ícono de la generación Beat
Enrique Lihn: definición de un poeta (1966)
La última vez que visité al poeta Eduardo Anguita, lo encontré abatido, al parecer definitivamente, por una neurosis que, reforzando su sentido del humor, no le ha quitado para nada su apetito metafísico.
Charles Bukwoski: ¿qué tienen los poetas que da tan mala espina?
¿Qué hacen los escritores cuando no están escribiendo? Yo me dedico a ir al hipódromo. O, en los viejos tiempos, me moría de hambre o hacía trabajos que me arrancaban las entrañas. Seguir leyendo Charles Bukwoski: ¿qué tienen los poetas que da tan mala espina?
Muere el poeta estadounidense John Ashbery, el último moderno de la posmodernidad
por Antonio Lucas//
Cuando aún se hablaba de posmodernidad, John Ashbery tenía sitio propio en la cabecera de la manifestación. Pocos poetas encarnaron mejor el espíritu de lo nuevo, de lo distinto, de lo experimental sin desvaríos. Hablamos de ese momento de excitación en que todas las fórmulas del arte se podían refundar. O se debían reinventar. O, al menos, poner bajo sospecha. En ese tiempo, finales del siglo XX (alrededor de los años 70) John Ashbery, neoyorquino de Rochester y de 1927, se aupó hasta situarse en la zona preferente de una poesía que buscaba la forma de decir el mundo de otro modo. Un libro fue principal en esa expedición: Autorretrato en espejo convexo, con el que Ashbery ganó el Pulitzer, el Premio Nacional del Libro y el de la Crítica. Los tres galardones más importantes de EEUU en poesía. Y a partir de ahí, un creciente interés por sus cosas que se apagó anteayer en Hudson (Nueva York), donde el poeta murió de su propia edad con 90 años.
Reconocimientos tuvo muchos. También fue rector de la Academy of American Poets. Y laureado profesor de universidad. Y respetado crítico de arte: le interesaba por igual el clasicismo, el expresionismo abstracto y el papel de celofán de la Factory de Warhol. Pero lo que más pesa de su aventura es la poesía. Su modo de construir un territorio personalísimo que tiene uno de sus impulsos en el viento garduño de las vanguardias históricas y va tomando la postura a un momento de la Historia en el que el desengaño, el extravío y el fin de las grandes utopías establecen un nuevo orden anímico occidental. John Ashbery es un gran poeta. Una segunda vuelta de Whitman, del que hereda el fuego sagrado del hombre capaz de abrazar un país y fundar con las palabras el territorio de una fraternidad. Todavía quedan países inventados/ en los que escondernos para siempre. Es una hermosa afirmación de Ahsbery en el poema Pulgarcito.
Los años en París (década de 1960), el contacto con artistas y la ráfaga del existencialismo moduló parte de su visión de las cosas y de su escritura. El paso por España junto al poeta Frank O’Hara (curator del MoMA), caminito de Tánger, fue otra experiencia que Ashbery mantuvo fresca en la memoria. Aquí tuvo de anfitrión al escultor Martín Chirino y a otros miembros del grupo El Paso. La poesía del autor de Un país mundano recoge esa identidad fugitiva de la posmodernidad, ese signo de collage de la vida ultramoderna, la sintaxis saboteada de los poemas confeccionados como un retal de conversaciones y a veces la imposibilidad de sentido que no impide la posibilidad de reflexión. Rompió los esquemas de la poesía bien peinada y halló una nueva pulsión que lo emparenta con Auden y Wallace Stevens, a su manera, desencajando el verso, pulverizando límites, en una psicodelia de cosas cercanas. La escritura de Ashbery, en ocasiones, se abre o eleva desde una emoción que no tiene doma o no la pretende. Y que, si acaso, ya después de la escritura (o de la lectura) hallará su lógica. Como en un desquiciado dial radiofónico el poema busca su sitio, su melodía, su noticia, su señal horaria, su camino.
Eso es lo moderno de su voz. Y ése es el enigma. Y la potencia. Y también el ritmo disparado que a veces alcanza esta poesía, su música mental. No renuncia a la imagen surrealista ni a la resonancia interior del simbolismo. En su casa del barrio de Chelsea, a este lado del río Hudson, a dos esquinas de donde tenía su cripta la artista Louise Bourgeois, Ashbery fue armando un libro y otro en una fiebre de trabajo sostenida no sólo por su estímulo inflamable y fidelísimo a la poesía, también por algunas exigencias de contrato editorial que le imponían ritmos de escritura extravagantes.
Exhibía (sin mucha confianza en ser entendido) una cordialidad de galán vestido de sport. Era como si alojase un karma de cosas por hacer… Pero no perdía el sedal de la conversación, y si lo destensaba era para recogerlo al poco tiempo y continuar la charla en el punto exacto donde la dejó en suspenso. «No sé si mi escritura se ordena a partir de un caos necesario. En realidad, tampoco sé mucho de mi poesía. Mi forma de trabajar tiene algo escenográfico, escribo a mano, al dictado de quién sabe qué. Y escribo rápido, muy rápido, en un impulso irrefrenable», decía en una entrevista a este periódico en 2006. Tiene casi 30 libros de poemas. Ha traducido a Rimbaud y a Pierre Martory al inglés. Es un ensayista desconcertante. Uno de los mirlos de la Escuela de Nueva York, propensa al experimentalismo, cercana al ruidismo, sin complejo ante la dinamita de emociones que puede llevar a un hombre desde un cuadro del Parmigianino (oor ejemplo: Autorretrato en espejo convexo) al pop de Popeye. Porque Ashbery es un poeta de fuerte rigor que sabe situarse por igual en lo solemne y en el lugar chicle de lo pop y sacar de esa combinación suicida una poesía minuciosa, visual, irónica, profunda, conversadora. Puedes en la jungla del poema escuchar las voces de quienes hablan (a veces muchos hablan mucho) y la del lector. No es la suya una aspiración de claridad, sino una necesidad de decir sin someterse sólo al sentido o la comunicabilidad del verso.
Ashbery juega siempre fuerte en cualquier estadio. Igual cuando el poema es admirablemente narrativo. O abismalmente caótico. O fríamente hermético. O deliberadamente desquiciado. Un gran poema de tantos, Cabellera Berenice, es un ejercicio de prosa demótica, simplificada: a veces suena como un folletín, como una novela barata o como un diario anónimo sin pretensiones literarias. Pero suena. Ashbery sabe y quiere ser todos los poetas a la vez, como Whitman quiso transportar en la canoa del pecho a todos los hombres. No se trata sólo de fijar aquí el porqué de su extraordinaria herencia, sino de entender algo más grave y excepcional: cómo un poeta alcanza la libertad a partir de la certeza de entender la poesía como una realidad que se llama «vosotros». Visor publicó hace años Pirografía, una antología preparada por Ashbery para Peguin, y también Galeones de abril. La extinta editorial DVD apostó por Autorretrato… y Tres poemas. Lumen lo hizo por otros títulos necesarios: Una ola, Por dónde vagaré o Un país mundano. Y algunas editoriales más tienen a este poeta en su catálogo. En España está bien difundido. A la manera de John Cage, él también podría decir esto: «No tengo nada que decir y lo estoy diciendo, eso es poesía». Pero sí tenía que decir. Y sobre todo pulsó como pocos las teclas de un lenguaje de incertidumbres que es signo de época, de extravío, de intemperie y de verdad. En ello seguimos.
No había en su obra una clara vocación política o social. No era eso. Pero sí una extraña complicidad con el otro o con los otros. «No me interesa demasiado la idea de poesía social. Prefiero la manifestación de una conciencia cívica, de una forma moral de mirar sin ser moralizante«. Todo esto lo decía en su casa de Nueva York. Una mañana de diciembre en la que su compañero, David Kermani, preparó un té que no se enfriaba nunca. «Es que, si se sabe escuchar, en lo popular y en la calle hay una enorme belleza. Ahí es donde está la forma de comunicación más directa. Eso es lo que yo entiendo por poesía social. O lo que me interesa entender».
John Ashbery representa la última línea de cohesión con buena parte de las poéticas que conviven en la lírica inglesa del último tercio del siglo XX. Del experimentalismo a la formalidad narrativa. Un poeta que viene de la subversión sin necesidad de hacer pancarta de sí mismo. Ni soflamas. Basta con acercarse a su obra y aceptar que sólo desafiando y asumiendo el riesgo constante se llega a la posibilidad y limitación última de las palabras. A lo auténtico de una emoción, de una sospecha, de una culpa, de un daño, de otro entusiasmo. Así es.
William Carlos Williams. Poesía reunida
por Santos Domínguez//
William Carlos Williams.
Poesía reunida.
Edición bilingüe.
Introducción de Juan Antonio Montiel.
Traducciones de Edgardo Dobry,
Juan Antonio Montiel
y Michael Tregebov.
Lumen. Barcelona, 2017.
¿Qué es la Poesía?: conferencia de Jorge Luis Borges
Roque Dalton, dos balas para silenciar una inteligencia incómoda
A 42 años de su asesinato, hacemos presente la memoria de Roque Dalton. Poeta, periodista, intelectual y revolucionario que sufrió persecución, cárcel y exilio por sus ideas y su lucha por la liberación del pueblo salvadoreño. Fue asesinado por su propios compañeros guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), quienes cometieron un error histórico… Así lo expresó Joaquín Villalobos, líder del ERP, en una entrevista que concedió el 18 de mayo de 1993. Seguir leyendo Roque Dalton, dos balas para silenciar una inteligencia incómoda
Miguel Hernández en la Guerra
La valentía, la hombría de bien y el ejemplo moral de Miguel Hernández durante la guerra, y luego en las infectas cárceles franquistas, adquieren con el paso de los años categoría de auténtica heroicidad
Recordemos que el acercamiento del poeta al comunismo se había producido en 1935, cuando tenía veinticinco años, bajo la influencia de Rafael Alberti, María Teresa León, el argentino Raúl González Tuñón, Pablo Neruda y la amante de éste, Delia del Carril. Supuso para su vida y para su obra un cambio de dirección decisivo.
El 23 de septiembre de 1936 Hernández se alista en el Quinto Regimiento. No quiere ser un intelectual de retaguardia, dar recitales y arengas en el frente y volver por la noche a casa. Quiere luchar, con el fusil y con la pluma, al lado de su pueblo. Será fiel al compromiso a lo largo de toda la guerra, primero defendiendo a Madrid, luego combatiendo en otros escenarios de la contienda. A aquel Hernández habría que considerarlo sobre todo agitador y animador. Así lo demuestran sus prosas de urgencia, dirigidas a sus compañeros en armas. En ellas su compromiso político quedaba explícito. En «Para ganar la guerra», por ejemplo, donde pide castigo para los que, «faltos de austeridad, pretenden establecer una nueva burguesía, viciar y deshonrar con preferencias y halagos la moral de sencillez y hombría que impone el comunismo». A veces firma con seudónimo, para no herir la sensibilidad de los suyos. Es el caso de «Compañeras de nuestros días», donde evoca los sufrimientos de su humilde madre campesina, víctima toda la vida «del régimen esclavizador de la criatura femenina».
En 1937 asiste en Valencia al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Allí saluda con emoción a un Antonio Machado ya muy envejecido y conoce a Nicolás Guillén, que le evocó así unos meses después: «La voz cortante y recia; la piel tostada por el férreo sol levantino. Todo ello sepultado en unos pantalones de pana ya muy trabajada y unas espardeñas de flamante soga […] Este cantor de las trincheras, este hombre salido de la más profunda entraña popular, produce, en efecto, una impresión enérgica y simple».
Aquel septiembre estuvo invitado en Moscú. Cuando volvió a España sus amigos notaron que algo había cambiado. Y es que lo visto y oído en Rusia le había hecho reflexionar críticamente sobre la realidad del sistema soviético, al margen de idealismos y buenas intenciones. Parece que ya intuía que el estalinismo tenía un lado oscuro.
Por estas fechas está en la calle —y en las trincheras— Viento del pueblo. Poesía en la guerra, testimonio irrefutable de su compromiso político.
Cuando llegan los últimos meses de la guerra se está imprimiendo en Valencia un nuevo poemario, El hombre acecha, violenta condena de los vesánicos responsables de la ola de sangre que inunda España, en primer lugar Franco y Queipo de Llano. La edición fue destruida por los nacionales al tomar la ciudad, pero por suerte el original estaba a salvo.
Hernández está en Madrid cuando se produce el golpe de Casado. Algunos amigos le aconsejan que huya del país, para ponerse a resguardo tanto de los anticomunistas como, si triunfan, de los fascistas. Pero la única e ingenua preocupación del poeta es volver al lado de su mujer y su hijo, allí en Alicante. Y así lo hace.
El resto se puede contar en pocas palabras. La huida a Portugal, donde, detenido por la policía, es devuelto en la frontera, donde le muelen a palos. La conmuta de la pena de muerte por la de treinta años (Franco no quería otro Lorca). Los terribles tres años en distintas cárceles, sin una sola visita de su padre. La tuberculosis no tratada que se lo lleva el 28 de marzo de 1942.
Fue uno de los grandes de la lírica española contemporánea. Y un estoico de extraordinaria entereza que, para conseguir su liberación, se negó tercamente a entonar la palinodia. Estamos en vísperas del centenario de su nacimiento. Como poeta y como ser humano es hora ya de honrarle como se merece.
(de «Cuatro poetas en guerra»)
(Fotografía: Hernández en el frente de Extremadura)