por Federico Mare
En el Apologeticus, un clásico de la Patrística latina escrito a fines del siglo II (que la tradición cristiana ha atribuido a Tertuliano), hay un aforismo célebre que reza: semen est sanguis Christianorum, «la simiente es la sangre de los cristianos». En tiempos modernos, este aforismo fue libremente traducido al inglés como the blood of the martyrs is the seed of the Church, cuya traslación al castellano vendría a ser “la sangre de los mártires es la simiente de la Iglesia”. En su autobiografía Historia de la vida de un proletario, que redactó en prisión antes de ser electrocutado, Bartolomeo Vanzetti recordó sus lecturas juveniles de formación autodidacta: “En la casa había un libro de San Agustín. De él, esta sentencia permanece indeleble en mi memoria: la sangre de los mártires es la simiente de la libertad”. Sin darse cuenta, tantos años después, Vanzetti había confundido la autoría del aforismo; y tentado por su corazoncito anarquista, había remplazado «Iglesia» por «libertad».