por Michael Krätke
Hoy se le considera un «perro muerto»: para unos, el arquetipo del rígido marxista dogmático, un guardián «de las esencias»; para otros, el patriarca del revisionismo y del oportunismo, caudillo del «marxismo vulgar» y más aún, un «traidor» y un «renegado». Hoy no le cita nadie en la izquierda. Pero nadie marcó tanto a la socialdemocracia alemana y europea hasta la Segunda Guerra Mundial como a Karl Kautsky. Kautsky conoció personalmente a Marx, trabajó durante muchos años con Engels, y se convirtió, junto con Eduard Bernstein, en el administrador del legado de Marx y de Engels, designado personalmente por Engels. Kautsky, mucho más aún que Engels, fue el hombre que inventó el «marxismo», lo cimentó y lo difundió. Todos los marxistas del período clásico hasta 1914, desde Luxemburgo hasta Lenin, fueron kautskianos: aprendieron de él, se pelearon con él y acabaron enfrentándose a él. Karl Kautsky fue durante mucho tiempo el primer violín del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y de la Segunda Internacional, de la que fue principal teórico e ideólogo, sin ocupar cargo alguno.