por Hubert Krivine
La crisis de la Covid-19, junto con la crisis económica subsiguiente, será probablemente el suceso más destacado del siglo XXI. Y la inteligencia artificial (IA), de la que se esperaban toda clase de maravillas –al menos en términos de previsiones– ha permanecido muda. Esto no tiene nada de extraño para nosotros: la IA no puede prever lo que no se ha producido nunca antes. La máquina, cuando procede por inducción (es decir, por generalización), solo puede prever sobre la base –sin duda gigantesca– de lo que ya ha sucedido. Caricaturizando un poco, para la máquina lo que llegará ya ha llegado antes o ha estado a punto de llegar, y sin los datos masivos (big data) no se habría revelado nunca.