por Miguel Urbán y Gonzalo Donaire
Que la espectacularidad de las pieles de zorro nativistas, los cuernos postizos jamiroquainos y el aquelarre ultra no nos impidan ver el bosque. Porque no: no fue un golpe de Estado. Y no solo por su resultado final. Ni siquiera fue una intentona frustrada, sino más bien una algarada trumpista o, como escribía Mike Davis recientemente, una insurrección tan solo en versión de humor negro.