Cuento de Ernest Hemingway: «El gran río de los dos corazones»

El tren se perdió de vista tras una de las colinas. Nick se sentó en la mochila con la lona y ropa de cama que el encargado del vagón de equipajes había lanzado por la portezuela. No encontró ni una casa. Nada. Nada más que los rieles y la comarca arrasada por el fuego. No habían quedado rastros de las trece cantinas que ocupaban la única calle de Seney. Sólo se veían los cimientos del ex hotel, con la piedra desmenuzada en parte por el incendio. Incluso la superficie estaba devastada. 

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Hemingway: 
Despacho de la Guerra civil española (20 de abril 1937)

Hoy es el décimo día de nutrido bombardeo indiscriminado de objetivos no militares en los barrios centrales de Madrid. Desde las cinco de la mañana la ciudad ha sido bombardeada por baterías de seis y tres pulgadas y baterías antiaéreas desde la colina de Garabitas, y dondequiera que vaya y a cualquier hora del día, durante el lanzamiento de más de doscientas granadas, no puedo perder de vista ni dejar de oler el polvo de granito gris blanquecino y el olor acre, altamente explosivo, ni evitar la vista de los muertos y heridos y de las mangueras que lavan, no el polvo sino la sangre de calles y aceras. 

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