por Rolando Astarita
En la nota “La movilización contra el FMI: conclusiones, perspectivas”, Comité Editorial, 09/02/2022, editorial de Política Obrera impresa N° 37, se escribe: “La transformación de la energía humana y ambiental en valor es lo que caracteriza precisamente al capitalismo”. Más abajo, sostiene que el régimen capitalista es “extractor de la energía humana y natural, que aparece como plusvalía” (véase aquí).
Pues bien, sostengo que esto no tiene punto que ver con la teoría del valor y de la plusvalía de Marx. Para decirlo de una manera directa: la naturaleza no genera valor. Por ejemplo, si una turbina eólica genera electricidad, el valor de esta última estará determinado por el trabajo humano invertido en la producción de la turbina; por el trabajo insumido en su mantenimiento y operación; así como por el trabajo que insume el transporte y distribución de la electricidad. El viento que mueve la turbina no genera un átomo de valor. Sí es vital para generar la electricidad, esto es, para que exista ese valor de uso. Pero no agrega valor a la misma. En otros términos, la electricidad, en el capitalismo, es una mercancía que tiene un valor de uso y un valor. El primero surge de la unión del trabajo concreto con la naturaleza y sus derivados. El valor, en cambio, es producto del trabajo abstracto, del gasto de energía humana. Solo este es generador de valor. Y lo genera solo en condiciones sociales específicas, ya que el valor no es una categoría física, natural, o a-histórica.
Para verlo con otro ejemplo, la abeja produce miel, y para ello gasta energía, pero no por eso produce valor. El buey que tira del arado ayuda a la producción del producto agrícola, y en ello también gasta energía, pero no genera valor (como pensó en algún momento Adam Smith y le criticó Marx). Por lo tanto, la plusvalía que obtiene el productor de miel no surge del “trabajo” de las abejas, sino del trabajo de los obreros encargados de recolectarla, envasarla, distribuirla, etcétera. Lo mismo se aplica al trabajo del campesino que maneja el arado tirado por el buey. Y con igual criterio decimos que el capitalista dueño de la empresa de electricidad recibe una plusvalía que es generada por los obreros que contrata, no por el viento (o el sol, o la combustión de carbón, o cualquier otra fuente). Al viento no le extrae plusvalía alguna (o sobretrabajo alguno).
Enfatizo que el valor es una categoría social, no natural. Lo plantea Marx, entre otros muchos pasajes, en crítica a los fisiócratas, para quienes “la naturaleza del valor… no es un modo social definido de existencia de la actividad humana (trabajo), sino que consiste en cosas materiales: tierra, naturaleza y las distintas modificaciones de estas cosas materiales” (p. 39, t. 1, Teorías de la plusvalía). En consecuencia, el valor global del producto anual no es otra cosa que “trabajo social objetivado” (p. 1047, t. 3, El capital). Por lo que no tiene sentido preguntarse cuánto aportan al valor agregado total en una economía el viento, el sol, las abejas, los bueyes o cualquier otra forma de “energía ambiental”.
Lo anterior explica también por qué la tierra no produce la renta (una forma de plusvalía): “la fuerza natural [comprende la “energía ambiental”] no es la fuente de la plusganancia, sino solo una base natural de la misma, por ser la base natural de la fuerza productiva excepcionalmente elevada del trabajo” (p. 831, t. 3, ibid.). Es significativo incluso que Marx introduzca su teoría de la renta con el ejemplo de un salto de agua, una fuerza natural. Explica entonces que esa fuerza natural no puede ser la fuente de la renta porque no es la fuente del valor y de la plusvalía. La relación de explotación se aplica al trabajo humano, no a la naturaleza. El plusvalor es extraído de los obreros, no de la naturaleza (para una ampliación de la crítica a la concepción no social sino física del valor, véase aquí, aquí).
Para terminar: Si se sostiene que el viento, el sol o la tierra son fuente de plusvalía, ¿qué queda de la teoría marxiana de la explotación? Respuesta: nada, volvemos a algo parecido a los fisiócratas. Por supuesto, alguien puede decir, en defensa del Política Obrera que El capital no es palabra sagrada, y que la teoría debe ser ampliada para incluir a la naturaleza, o a las “energías ambientales” entre los explotados (sospecho que la idea cae muy bien en el nacionalismo pequeñoburgués, defensor de “nuestro querido suelo patrio”). Pero en ese caso, hay que hacer explícita la diferencia con la teoría del valor de Marx. Lo que no es aceptable es que pasen gato por liebre, y sigan como si tal cosa. ¿Qué seriedad tiene esto? ¿Cómo es posible establecer una crítica científica de la Economía Política con procedimientos tan livianos? ¿O cambiar de teoría es tan sencillo como cambiar de camiseta?
(Tomado del Blog de Rolando Astarita)