por El Porteño
La instalación de la Convención Constitucional —como todo hecho político relevante— fue una apretada síntesis de la crisis política que experimenta en su conjunto el régimen. Custodiada por el brutal accionar represivo de las FFEE de Carabineros desde tempranas horas de la mañana, la Convención debió reiteradamente suspender el inicio de su funcionamiento a viva voz de los propios convencionales, quienes informaban a la temblorosa Secretaria del Tribunal Calificador de Elecciones (TRICEL) que había integrantes de la Convención que no habían logrado llegar a la ceremonia de juramento. Fueron momento de alta tensión, se informó de lesionados en las puertas de la Convención y de una represión brutal incompatible con el inicio de la ceremonia de juramento y elección de la testera del órgano constitucional.
Todos los anuncios en orden a que la Convención no funcionaría con presos políticos se fueron diluyendo. Luego se redujeron a que no podría hacerse con FFEE. Eso también se diluyó. De forma inexplicable los convencionales aplaudieron a Carmen Gloria Valladares, Secretaria del TRICEL, este hecho —equivalente a que en un partido de fútbol los jugadores feliciten al árbitro— anticipó cuál sería el desarrollo de la jornada. La forma cardenalicia de la votación, en la que se enuncia no sólo el voto sino quién lo emite, dio al acto eleccionario una tensión adicional por lo inédito.
Fue éste el momento en que las fuerzas políticas adquirieron una forma definida. Que el Partido Comunista y por extensión la bancada de la Lista del Pueblo, hayan resignado en la segunda votación la candidatura de Isabel Godoy —constituyente de la nación originaria Colla— en favor de la mapuche Elisa Loncón es un signo que debe leerse como un anticipo de lo que viene, un cuadro político en que todo gravita en torno al Frente Amplio que logró además acercar al PS, la única fuerza sobreviviente de los escombros de la Concertación. El sopaipillazo Boric-Narváez comenzó a rendir sus primeros frutos: Elisa Loncon resultó electa Presidente de la Convención Constitucional.
El discurso de Loncon es expresivo de este hecho: «Este sueño es un sueño de nuestros antepasados. Este sueño se hace realidad. Es posible refundar este Chile. Establecer una nueva relación», fueron sus primeras palabras. Acompañada de la machi Francisca Linconao, Loncon saludó al «pueblo de Chile desde el norte hasta la Patagonia, desde lafken (el mar) hasta la cordillera», y agradeció el apoyo de las «diferentes coaliciones que entregaron su confianza y depositaron sus sueños en el llamado de la nación mapuche» a apoyar su opción, y comprometió «una dirección rotativa colectiva» en la testera de la Convención. Esto es lo que dijo Elisa Loncon, nada más.
A pesar de las nobles emociones que la elección de Elisa Loncon ocasione, la realidad es que en su discurso quedaron claro dos cosas contradictorias con cualquier expectativa democrática. Primero, que su presidencia apela a la unidad nacional, que la suya será una presidencia alternativa a la de todas las fuerzas políticas —de las que no excluye al piñerismo— del momento que agradeció el apoyo de las diferentes coaliciones que la llevaron a ese cargo. Lo segundo, quizá lo de mayor significación, es que en su discurso no estuvieron presentes de ningún modo ni los reclamos ancestrales del pueblo mapuche, ni la libertad de los presos políticos de ese pueblo, ni ninguno de los reclamos que sirvieron de base al levantamiento popular de Octubre del 19. Lo dijo expresamente la convencional María Rivera, del MIT, quien lamentó que Loncon «no se haya acordado de rechazar la represión ni de exigir la libertad de los presos políticos», junto con denunciar la detención de los periodistas y militantes de su partido, Daniela Parraguez y Catalina Carvallo, quienes al cierre de esta edición ya estaban liberados.
Luego de este discurso pacificador y ajeno a toda confrontación, la elección como vicepresidente de Jaime Bassa fue solo un trámite. La candidatura de Rodrigo Rojas de la Lista del Pueblo, resultó meramente testimonial luego de haber capitulado ésta en la elección de la presidencia. Aún cuando hubo una segunda vuelta, el respaldo de Bassa en definitiva fue tan contundente como el que recibió Loncon. Hace minutos Loncon, ya en la Presidencia de la Convención manifestó que «con jóvenes encarcelados, con mapuches encarcelados, no se puede vivir la democracia» y Bassa puso límites a dicha preocupación, indicando que «asumimos el compromiso de discutir una declaración de esta asamblea respecto a los presos de la revuelta». Las cosas son meridianamente claras: el compromiso es discutir una declaración, no la libertad de los presos políticos.
Lo que vimos hoy día es el prolegómeno, un anticipo de lo que viene, de aquello que desde las altas esferas del poder se trama para sacar de su crisis al régimen e institucionalizarlo. Como ha quedado claro, desde el poder están dispuestos a que ello pase por redactar una nueva Constitución, pero bajo reglas muy claras que implican la preservación del modelo —estructurado por el intocable entramado de tratados internacionales— del Poder Judicial y de las FFAA. Esas son las reglas que se impusieron el 15 de noviembre, fecha del infame Acuerdo por la Paz y no hay ninguna expresión política que provenga de las fuerzas que dominan la Convención Constitucional que vaya en contra de este designio. De hecho las fuerzas del Acuerdo por La Paz en la Convención —hoy quedó demostrado— controlan a su amaño y sin contrapeso este órgano.
Ante estos hechos apelamos a la lucha popular que hoy se hizo presente en las calles de Santiago, porque ese es el camino. Ha quedado demostrado que en este combate no hay independientes, o se está con el pueblo o con su opresores, no hay terceras vías. Porque es en esta lucha en dónde se ha de forjar la nueva dirección política de los trabajadores, una dirección que unifique al activismo y proyecte la lucha hacia el poder, hacia un gobierno del conjunto de la clase trabajadora, asentado en asambleas y cabildos, como los que vertebraron el levantamiento popular de Octubre. No se trata de estar «vigilantes» o de «rodear» la Convención. De lo que se trata es de organizarse y unificar las luchas en curso con una clara perspectiva de poder. Porque es en las calles, en el enfrentamiento en contra del régimen donde se abrió la situación revolucionaria y donde la lucha por la libertad de los presos políticos, por el castigo a Piñera, a su Gobierno asesino donde el conjunto de reclamos democráticos y sociales de Octubre habrán de imponerse, clase contra clase, explotados contra explotadores.
