En la historia de Patroclo,
no sobrevive nadie, ni siquiera Aquiles,
que era casi un dios.
Patroclo se parecía a él; usaron
la misma armadura.
En estas amistades,
siempre hay uno que atiende al otro,
la jerarquía
se nota todo el tiempo, aunque no se pueda
confiar en las leyendas:
su fuente es el que sobrevive,
el abandonado.
¿Qué eran las naves griegas incendiadas
en comparación con esa pérdida?
En su carpa, Aquiles
lo lloró con todo su ser,
y los dioses vieron
que ya era un hombre muerto, víctima
de la parte que amaba,
de la parte mortal.