Araña: la verdadera historia sobre el origen y actuar de Patria y Libertad

por Manuel Salazar

Conocido el triunfo de Salvador Allende, los más enconados adversarios de la Unidad Popular (UP) tomaron la decisión de impedir a como diera lugar que el Congreso Pleno ratificara la victoria del candidato socialista. A partir del 5 de septiembre de 1970, los bombazos y atentados a las vías férreas y sistemas de electrificación sacudieron al país, irrumpiendo una autodenominada Brigada Obrero Campesina (BOC) de misterioso origen, que reivindicó la autoría de los ataques. 

Pablo Rodríguez Grez, un joven abogado de florida oratoria y gesto ampuloso, vestido de riguroso negro y con la mirada brillante, lanzó al ruedo político el domingo 13 de septiembre al Movimiento Cívico Independiente Patria y Libertad, soterradamente apoyado y financiado por los mismos que habían levantado la figura de Jorge Alessandri y que ahora rumiaban una derrota que nunca creyeron posible.

«El pueblo elegirá entre democracia y marxismo» y actuaremos «por la razón o la fuerza», afirmaba Rodríguez en el acto de lanzamiento del nuevo referente en el Teatro Nacional, en el barrio Independencia, mientras Ernesto Pinto Lagarrigue, secretario general del Movimiento Alessandrista declaraba a la prensa que el proceso electoral sólo terminaba cuando el Congreso eligiera entre los dos candidatos que obtuvieron las más altas mayorías. «La responsabilidad de defender nuestra soberanía y libertad recaerá principalmente en la Democracia Cristiana», enfatizaba, emplazando a los dirigentes de la Falange para que se inclinaran por la segunda mayoría en las urnas. 

El empresario de la construcción Eduardo Boetsch reunió en su casa a Rodríguez, al gremialista Jaime Guzmán y a empresarios como Jorge Fontaine y Hernán Errázuriz, entre otros. Juntos diseñaron una estrategia para apelar a la pérdida de nacionalidad que significaría la ratificación de Allende. Enviaron cientos de cartas advirtiendo sobre los riesgos de tener «un país sin alma» y apelando a los sentimientos de chilenidad para impedir el triunfo del comunismo marxista. 

Así, en un nuevo acto realizado el jueves 24 en el Estadio Chile, los cabecillas de Patria y Libertad entregaron una ruta de navegación sosteniendo que «la democracia dijo presente». 

Los acontecimientos adquirieron connotaciones dramáticas. Para unos; el gobierno de Allende significa la puerta de entrada al infierno; para otros, la gran esperanza de un futuro más justo y más igualitario.

A fines de septiembre la Policía de Investigaciones detuvo a varios integrantes de la debutante BOC, entre ellos a Enrique Schilling, Abelardo Meza y Luis Meza Llancapán. Resultaron ser muy cercanos a Patria y Libertad y a la Democracia Radical, partido en el cual militaban varios de los más iracundos alessandristas. El diario comunista El Siglo, en tanto, denunció un plan sedicioso elaborado por la CIA estadounidense para impedir la llegada de Allende a La Moneda. Acusó, incluso, a Joseph Vasile y a Luis González G., de ser los principales instigadores de la asonada. 

La Marcha del Silencio

La ofensiva de la derecha siguió con una convocatoria de Patria y Libertad a los jóvenes universitarios para reunirse en la Casa Central de la Universidad Católica y a una Marcha del Silencio por las calles céntricas. «Nos ponemos de pie para decir no al marxismo y no al totalitarismo», reiteró Pablo Rodríguez, agregando que «la libertad se mantendrá en nuestra tierra pase lo que pase y cueste lo que cueste». 

En los primeros cinco días de octubre se registraron más de 15 atentados explosivos en Santiago y en otras ciudades del país, incluido uno que pudo terminar en una dantesca tragedia cuando trataron de dinamitar un gigantesco estanque de combustible para aviones en el terminal aéreo de Pudahuel. Tres terroristas fueron apresados portando 42 cartuchos de dinamita cuando se disponían a volar un puente. 

Dijeron pertenecer a una desconocida Vanguardia Nacional Libertadora (VNL). En los días siguientes se supo que el proveedor de los explosivos había sido el capitán en retiro de la Marina, Eladio Arancibia Hidalgo. En medio de allanamientos y frenéticas diligencias policiales fue detenido el lunes 19 de octubre el mayor en retiro de Ejército Arturo Marshall, quien reconoció que tenía la misión de asesinar a Salvador Allende. 

El tenso ambiente, sin embargo, tuvo su apogeo al conocerse el intento de secuestro -y que concluyó en el asesinato- del comandante en jefe del Ejército, el general René Schneider. Aquel alevoso crimen sacudió los cimientos de la república y en cierto modo frenó los intentos por impedir la ratificación del triunfo socialista. En los años siguientes, poco a poco, se develó la participación de la CIA y del gobierno de Richard Nixon, coludidos con un afiebrado grupo de chilenos, para abortar el inminente gobierno de la Unidad Popular. 

Pocos días después del funeral de Schneider y de la proclamación de Allende como nuevo presidente, Pablo Rodríguez anunció que Patria y Libertad se convertiría en un partido político, para lo cual se daba inicio a la recolección de diez mil firmas. 

A fines de marzo de 1971 se afinaron los últimos detalles para el relanzamiento público del ahora denominado Frente Nacionalista Patria y Libertad, cuyo debut sería el 1 de abril en un concurrido acto en el Estadio Nataniel, a pocos pasos de la Plaza Bulnes, en el corazón mismo del barrio cívico de la capital. 

Declaración de guerra

«Somos antimarxistas porque es un hecho indiscutible que en este instante la Unidad Popular está integralmente dominada por el Partido Comunista, el que nos lleva paulatinamente a la tiranía, a la dictadura del proletariado. Se trata de destruir a las clases sociales, a los hombres que han podido formarse un patrimonio, a la industria progresista, al comercio; en el fondo, se trata de implantar ese fenómeno extraño a nosotros que es la dictadura del proletariado, sin el proletariado», dijo Rodríguez en aquel acto, a sólo dos días de las elecciones de regidores del domingo 4 de abril. 

Y agregó: «Aspiramos, como lo he explicado, a ser un anti-partido político, a representar a todos los chilenos por encima de las banderías partidistas, pero no podríamos ser ajenos a la próxima contienda electoral. El Frente Nacionalista ha luchado con todos sus medios, para que el domingo derrotemos al marxismo en las urnas. Tenemos el deber de demostrar que somos más y entonces habremos dado el primer paso para restablecer en Chile el imperio de la libertad». 

«Pero, si somos derrotados, si los partidos democráticos son derrotados, tengan ustedes la convicción que los que aquí están presentes y los que no han podido llegar, seguiremos irreductiblemente en esta lucha antimarxista desde donde quiera que estemos: en la cárcel, en el destierro o en la libertad». 

En la primera fila de sillas estaban ubicados los miembros del primer consejo político del FNPL, entre ellos Jaime Guzmán Errázuriz, Eduardo Boetsch García Huidobro, Gisela Silva Encina y Federico Willoughby MacDonald. Se contaban también ex activistas y profesionales alessandristas como Luciano Morgado, Miguel Ubilla, Edgardo Gundián, Miguel Ángel del Mauro y Celso Ferrada.

En los comicios de regidores la Unidad Popular consiguió una aplastante victoria, aumentando significativamente la votación conseguida en las elecciones presidenciales realizadas ocho meses atrás. Los sufragios se desglosaron así: Partido Socialista (PS) 631.939 votos (22,38%); Partido Comunista (PC) 479.206 (17,36%); Partido Radical (PR) 225.851 (8,18%); Partido Social Demócrata (PSD) 38.067 (1,38%); Unión Socialista Popular (Usopo) 29.123 (1,05%). Total UP, 1.404.186 votos (50,86%). La oposición obtuvo: Partido Demócrata Cristiano (PDC) 723.623 (26,21%); Partido Nacional (PN) 511.669 (18,53%); Partido Demócrata Radical (POR) 108.192 (3,91%); Partido Democrático Nacional (Padena) 13.435 (0,49%). Total oposición, 1.356.919 (49,14%). Además, resultó electo como senador por la Décima Agrupación, el socialista Adonis Sepúlveda. Sus rivales eran Andrés Zaldívar (DC), y el demócrata radical Jorge Ovalle. 

El veredicto de las urnas fue categórico: Allende y la Unidad Popular eran mayoría en el país y si conseguían el apoyo de un sector del PDC, cuya juventud estaba cada vez más entusiasmada con «la revolución con empanadas y vino tinto», serían incontenibles. 

En los meses siguientes los cuadros dirigentes del FNPL desplegaron todos sus esfuerzos en las principales ciudades del país. Pronto llegaría a tener alrededor de tres mil integrantes, la mayoría secretamente compartimentados. Una comisión política oculta dirigía los diversos frentes del movimiento: aparato de inteligencia, grupos de apoyo y de choque distribuidos en doce unidades territoriales y tres jefaturas nacionales, en el norte, centro y sur del país. 

Los militantes empezaron a ser adiestrados en códigos, manejo de armas, defensa personal, manipulación de explosivos, sistemas de enlace y otros conocimientos necesarios para el trabajo clandestino de subversión. 

El aparato militar estaba construido sobre la base de núcleos, pelotones y escuadras, dirigidos y entrenados en muchos casos por ex oficiales de las Fuerzas Armadas. En Santiago operaban 20 grupos de choque, de 25 miembros cada uno. Disponían de un servicio de inteligencia con cerca de 25 vehículos provistos de radios para captar las transmisiones de Carabineros, Investigaciones e incluso del Ejército. 

Nuevos grupos opositores

El Partido Nacional, por su parte, nacido de la fusión de conservadores, liberales y nacionalistas, creó el comando Rolando Matus, que encabezó el presidente de la juventud, Juan Luis Ossa. Nacieron, además, grupos como Solidaridad, Orden y Libertad (SOL); La Unión Cívica Democrática, formada a fines de 1971 con 186 firmas, 28 de las cuales correspondían a oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas; el Partido Viauxista, presidido por el capitán en retiro Víctor Catalán, y con el abogado Carlos Miranda Arrau como secretario; y, la Junta Unificadora Nacionalista, dirigida por el general en retiro Alfredo Canales, entre otros grupos.

A principios de junio Roberto Thieme Schiersand -un miembro entonces de Patria y Libertad- salió nuevamente hacia Buenos Aires con tres objetivos: congelar los proyectos comerciales, conseguir permisos de residencia para él y su familia, y establecer vínculos con los chilenos que habían huido de la Unidad Popular para conseguir recursos económicos y eventuales apoyos logísticos si era necesario. Uno de ellos era el ingeniero comercial Enrique Vicuña Videla, quien tenía las mejores relaciones sociales en la capital trasandina.

Roberto Thieme

De regreso en Santiago y debido al éxito que había logrado en las tareas de propaganda callejera, Thieme fue invitado por primera vez a una reunión del consejo político del FNPL, las que se realizaban en la casa del ingeniero Eduardo Boetsch, en el barrio de Pedro de Valdivia Norte, en los faldeos del cerro San Cristóbal. En su calidad de jefe nacional del movimiento, Pablo Rodríguez le presentó a Jaime Guzmán Errázuriz, Gisela Silva y Federico Willoughby. 

Después de analizar la contingencia política le pidieron sin más preámbulos que asumiera la secretaría general del movimiento. El mueblista, transformado en un cotizado agitador, aceptó de inmediato. Su primera decisión en sus nuevas funciones fue proponer a su propio medio hermano, Ernesto Miller Schiersand, de 21 años, recién incorporado a las filas del movimiento, como jefe de propaganda. 

El día 8 de junio de 1971, en una acción de tipo comando, tres integrantes de la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP) ametrallaron y asesinaron a Edmundo Pérez Zújovic, ex vicepresidente de la República durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Los disparos que le ocasionaron la muerte fueron realizados con una metralleta Carl Gustav, de fabricación checoslovaca, similar a la sustraída al carabinero Tomás Gutiérrez, muerto por el mismo grupo 15 días antes. Pérez era sindicado por vastos sectores de la izquierda como el principal responsable de la denominada matanza de Pampa Irigoyen, luctuosos sucesos ocurridos en Puerto Montt que terminaron con la muerte de varios pobladores que se habían tomado unos terrenos en la ciudad.

Algunos de los militantes de la VOP que asesinaron a Pérez Zujovic fueron acribillados en los días siguientes por detectives cuando resistieron el arresto en el barrio Vivaceta, a escasos metros del Hipódromo Chile. Otros dos se suicidaron con explosivos a las puertas del cuartel central de Investigaciones, en calle General Mackenna. Sin embargo, las dudas sobre ese crimen persisten hasta hoy. Militantes socialistas que integraban un aparato de seguridad de su partido habían detectado la presencia de un japonés, de un centroamericano y de una supuesta monja de origen brasileño que mantenían contactos con la VOP. Dudaron de su calidad de combatientes internacionalistas y denunciaron su presencia en Chile ante los mandos de la policía civil. No obstante, tras ser detenidos inmediatamente después de cometido el asesinato de Pérez; misteriosamente fueron dejados en libertad y huyeron de inmediato fuera del país, perdiéndose para siempre sus rastros. En aquellos socialistas quedó grabada a fuego la sospecha de que los fugados eran parte de la trama intelectual externa responsable del crimen del ex ministro del Interior demócrata cristiano. 

Pablo Rodríguez y Roberto Thieme redoblaron sus viajes a Valparaíso y Concepción. A fines de julio el FNPL contaba con sedes en ambas ciudades. El flamante secretario general, piloteando un avión Beechcraft Bonanza de su propiedad, también visitaba periódicamente Temuco, Osorno y Puerto Montt, tomando contacto con dirigentes del alessandrismo que podrían constituir las bases iniciales en aquellas zonas del nuevo referente antimarxista y nacionalista. El discurso se reiteraba una y otra vez: las Fuerzas Armadas son la mayor reserva moral de la nación y las únicas instituciones capaces de salvar a Chile del comunismo. 

La sede de Irene Morales 21

Una gran casa de tres pisos, de estilo español, que durante años había albergado a un afamado prostíbulo, ubicada en Irene Morales 21, esquina de Alameda, a pasos de la Plaza Italia, se transformó en la sede más visible de Patria y Libertad. Jóvenes voluntarios la pintaron de color rojo ladrillo por fuera y blanco invierno por dentro. Undurraga, Allende y Thieme aportaron los muebles y los equipos necesarios para su funcionamiento, y poco antes de la inauguración se instalaron dos grandes letreros con el símbolo de Patria y Libertad.

El lugar elegido era una abierta provocación, un desafío a los partidos de la UP, una verdadera declaración de guerra por el control de las calles. La dirección política optó por contratar dos guardaespaldas para custodiar a Pablo Rodríguez e iniciar cursos básicos de tiro para algunos militantes. Para entonces ya se había incorporado a la organización Juan Eduardo Hurtado, a cargo de las finanzas. 

Después de conseguir tres revólveres y una pistola Lüger alemana de la Segunda Guerra Mundial se inició la instrucción a cargo del empresario Gonzalo Larraín Minville, tío de Hurtado, quien se desempeñaba también como profesor de tiro en la Escuela Militar. 

Antigua sede de Patria y Libertad

Durante varios sábados por la mañana los dirigentes elegidos acudieron a un fundo ubicado en Pelvín, cerca de la cuesta de Mallarauco, para recibir los conocimientos que les permitieran defenderse del tan temido ataque a la nueva sede. 

En la casona de Irene Morales, tras reiteradas fumigaciones destinadas a eliminar el dulzón aroma de los amores tarifados, se habilitó una sala para 30 personas sentadas. Pablo Rodríguez continuó allí los cursos de adoctrinamiento a los que se sumó como charlista Jaime Guzmán Errázuriz. Para entonces ya eran miembros del Frente Juvenil unos 200 estudiantes universitarios de la Universidad Católica que el abogado constitucionalista había formado con las ideas gremialistas-corporativistas inspiradas en el falangismo del español José Antonio Primo de Rivera. El nacionalismo proclamado por Guzmán tenía también su origen en el pensamiento conservador e hispanista del historiador Jaime Eyzaguirre y del sacerdote Osvaldo Lira, seguidores, a su vez, del franquismo ultracatólico rescatado por Fiducia y el Opus Dei.

Thieme y otros dirigentes, en cambio, si bien reconocían la influencia del falangismo de Primo de Rivera en cuanto a la visión crítica del capitalismo y la participación de los cuerpos intermedios, pues consideraban que la situación que vivía Chile en 1971 era similar a la de la España republicana, antes de la Guerra Civil de 1936, proponían un nacionalismo portaliano de origen históricamente chileno, equidistante de izquierdas y derechas, con el propósito de desarrollar un Estado integrador laico y progresista, impregnado por un profundo sentido social.

Las vertientes ideológicas 

Se identificaban Thieme y su grupo con los principios señalados por el movimiento nacionalista de la llamada Generación del Centenario integrada, entre otros, por Guillermo Subercaseaux, Alberto Edwards y Francisco Antonio Encina. A menudo recordaban que en 1913 esos pioneros visionarios habían creado el primer Partido Nacionalista de Chile, muchos años antes de la aparición del fascismo italiano, del marxismo soviético y nazismo alemán. 

Rodríguez y sus más cercanos adláteres compartían también la integración de América del Sur a través del eje ABC, conformado por Argentina, Brasil y Chile.

Esa visión se complementaba, además, con el pensamiento y acción de elementos del agrario laborismo de principios de los años 50, liderado entonces por el general Carlos lbáñez del Campo, quien, junto al general argentino Juan Domingo Perón, desde la presidencia de sus respectivos países, plantearon una segunda guerra de la independencia americana mediante una nuevo proyecto geopolítico basado en la unidad continental de las naciones iberoamericanas.

En el segundo gobierno de Ibáñez convergieron, inicialmente, diversas corrientes progresistas y nacionalistas, participando en cargos ministeriales y administrativos, a través de líderes políticos tan variados como Carlos Altamirano Orrego y Jorge Prat Echaurren.

El nacionalismo de Patria y Libertad se inspiraba fundamentalmente en las raíces de la historia nacional, recogiendo pensamientos de Bernanrdo O’Higgins, José Miguel Carrera, Diego Portales, Francisco Encina, y Carlos Ibáñez del Campo.

A cada militante del Frente Juvenil se le entregaba una camisa azul y se le enseñaba a cantar el himno Patria y Libertad, cuya música había compuesto Karin von Oepen y su letra escrita por el líder indiscutido, el compatriota Pablo Rodríguez Grez. 

(*) Extractos editados del libro El rebelde de Patria y Libertad, del periodista Manuel Salazar Salvo, autor de esta serie de artículos.

(Tomado de Interferencia)

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